miércoles, 3 de junio de 2015

lunes, 1 de junio de 2015

QUE ANIME CHECA

Estadio de la impotencia

El Zaragoza vuelve a exasperar a La Romareda la tarde en la que se esperaba aunar fútbol y espíritu camino de Primera 

 El último desaire acaba entre indignación, pitos y congoja

  • Algunos aficionados abandonan el estadio antes de la conclusión del encuentro. - Foto: JAIME GALINDO / JAVIER BELVER
    Algunos aficionados abandonan el estadio antes de la conclusión del encuentro. - Foto: JAIME GALINDO / JAVIER BELVER
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IGNACIO MARTÍN 01/06/2015

Fue el partido tan raro que no pareció lo que tenía que ser. No es que el Real Zaragoza tenga a la clientela acostumbrada a triunfales tardes de buen gusto, ya se sabe. Pero de ahí al abominable partido que soltó el equipo hay un trecho incomprensible hasta en La Romareda, tan desacostumbrada a que le hagan feliz, tan familiarizada con los desengaños, por no decir desaires. Tuvo que soportar ayer una tarde por episodios que explicaron la insustancialidad de un conjunto que tiene menos alma que fútbol. Sí, aún menos. Luego se vino a contar que si las bajas por aquí, que si el calor por allá, que si la abuela de la quinta fila del gol de Jerusalén...
Todo, hasta lo de la señora, entra dentro de las verdades del presente. Son más o menos las mismas que una semana antes en Valladolid, donde el equipo se sobrepuso al marcador y las desgracias al mismo tiempo. Lo hizo con naturalidad, siendo un equipo, comportándose con profesionalidad, honestidad, gallardía. Así lo entendió entonces su entrenador. Lo que no hay forma de explicar, ni explican, es que el Zaragoza desprenda tamaña desfachatez la tarde más importante de la temporada.
Ni una pizca de pasión se apreció durante la última hora de fútbol. Otra vez asomó el Zaragoza que baja los brazos, que no junta cuatro pases, que transmite indiferencia, esa impotencia que traslada tan alegremente a los suyos. No se podrá quejar ayer de la gente, que se comportó al son que marcó el encuentro. Aún mejor. Comenzó la grada con el tono subido, como correspondía a la fecha, y se fue amortiguando a medida que el fútbol fue poniendo a cada uno en su sitio. ¿Dónde se quedó el Zaragoza de Valladolid? No se sabe si en Palencia, Burgos o Logroño. Volver no volvió. Ese no era el mismo, que no. Nadie da una respuesta. Tampoco la tienen por ahí. Hay sospechas, obviamente no se exteriorizan.
En fin, que la hinchada aguantó en ebullición media hora larga, pese a que Las Palmas ya ganaba, pese a que se percibía hacia dónde caía el encuentro. Tampoco ayudó que se apagara el ruido de manera repentina en el gol de la Feria, que abandonó la grada al grito de "Checa, anima tú". Paco Checa es el secretario general del club y el enojo tuvo que ver con un asunto de pancartas. Que no eran ofensivas, dicen los muchachos. Los otros, obviamente, entienden que sí. Sea como fuere, entre el lío de la salida de los Ligallo y compañía y el 0-2 de Las Palmas, el ruido cambió en La Romareda. Primero pasó a sonido cementerio. Luego, con el equipo rendido, indignamente asumida la inferioridad, aparecieron los pitos. De verdad que más de uno se enfureció al comprobar la tibia respuesta de sus futbolistas ante la derrota. Otros se resignaron, que se supone que es peor.
El conjunto de estadios de los 90 minutos fue fiel reflejo de la impotencia. La afición dejó de creer cuando vio que el asunto no lo arreglaba ni el Racing. Los jugadores, mucho antes, sin duda. Se pensó que en Pucela habían encontrado el patrón. Se lo dejaron por el camino, como el honor y la conciencia. Esta semana bajarán las orejas y pedirán que su afición, otra vez, acuda al rescate de su equipo en Leganés. Irán. Por ahí ya van 0-1. Que no les prometan nada al menos.