martes, 29 de abril de 2014

AGONIZANDO



por Javier Lainez Royo

Nunca hubiera imaginado llegar a una situación en la que toda una afición asistiera impotente a visualizar una degradación tan grande como la que está sucediendo el Real Zaragoza SAD.

La desesperación y la poca ilusión que nos queda, está llegando a unos limites que me hacen dudar, si la lucha que unos cuantos emprendimos hace ya años merece la pena continuarla o, por el contrario, abandonar el camino emprendido y dejar al destino una historia de 81 años que tanto costo construir con el esfuerzo de miles de personas que en su día, forjaron con coraje y mucho sacrificio.

Como quiera que uno siempre otorga la presunción de inocencia, no se si consciente o inconscientemente, el máximo responsable de la SAD y su equipo de dirección, pretenden cerrar la puerta definitivamente, para que todos, absolutamente todos, dejemos de sufrir y nos mentalicemos que el final del Real Zaragoza se sentenció hace ya casi 8 años, con la llegada de Agapito Iglesias y el VºBº de los políticos de turno.

El divorcio entre la actual dirección y su afición es absoluto y, como sucede en los matrimonios, uno de los dos deberá abandonar la casa y comenzar una nueva vida.

No tengo ninguna duda que, quien debe de salir por la puerta y no volver jamás es el que ha sido reiteradamente infiel y dar la oportunidad de rehacer la vida a quien durante casi un siglo ha permanecido en su sitio, contra viento y marea, como es la afición zaragocista.

El dolor por el maltrato psicológico, así como el desprecio continuado, ha alcanzado unos límites insufribles, hasta tal punto que, las acciones y reproches vertidos constantemente sobre quien realiza esa vejación, ya no hacen efecto para conseguir una solución digna y sin traumas.

Cambiar de pareja y buscar un nuevo inversor, se convierte en una tarea casi imposible, pues quien quiera hacerse cargo de este Club está muy distante de conocer la realidad del mismo, pues día a día se van conociendo asuntos que asustan al mas valiente, haciendo casi imposible el primer contacto que podría llevar a una relación estable y duradera, como poco de otros 81 años.

Posiblemente, el responsable de tanta desgracia, esté dando sus “coletazos” finales y, como quiera que se trata exclusivamente de intereses lucrativos, atrape “el ultimo millón” y se de a la fuga, dejando como único bien, los trofeos conquistados, una deuda multimillonaria y un reguero de acciones judiciales que de con el Real Zaragoza SAD en el cementerio futbolístico, donde desgraciadamente ya existen cientos de fallecidos.

La presión zaragocista, poca o mucha, ha sido insuficiente. La demanda de auxilio, por parte de la afición, no ha sido escuchada. La información veraz y contrastada de lo que ha venido sucediendo en los últimos años, la hemos venido transmitiendo puntualmente, tal y como lo prometimos desde el inicio del proceso concursal, pero no ha terminado de llegar al corazón del león, para que entre todos hiciéramos la fuerza suficiente y sacar al Real Zaragoza de esta maldita situación.

En definitiva, estamos atrapados, tanto los aproximadamente 14.000 accionistas minoritarios, como miles de aficionados y seguidores de un club histórico que agoniza ante nuestra mirada e impotencia.

Mientras todo este desastre sucede, un Real Zaragoza en coma, pero aún vivo, ve como está siendo abandonado por su dirección general, por su máximo accionista y por sus responsables técnicos, sin fuerza en la garganta para reclamar justicia.

También observa impasible, como diferentes grupos y personas, agraciadas con prebendas agapitistas y pitaristas callan y otorgan razón a los que han sido traidores al zaragocismo, en lugar de censurar públicamente tanto desmán.

Esos que ahora se arriman y los que en su día juraron fidelidad a los responsables de tanto desatino, mañana clamarán justicia y querrán excusar su traición como vulgares cobardes que son y seguirán siendo.

Este Real Zaragoza no merece un final así. Este Real Zaragoza, querido, respetado y en miles de ocasiones futbolísticamente temido, merece que su corazón siga palpitando y, con una buena recuperación y gestión de sus órganos vitales, renazca con fuerza y entusiasmo.

Si ese balón de oxigeno no somos capaces de dárselo y no extirpamos el cáncer que lo está destruyendo, tendremos que hacernos a la idea de un final agónico y lleno de un sufrimiento mayor del que ya está padeciendo.

Nunca hubiera imaginado...

PROFESIONAL, MUY PROFESIONAL


Apoño: "De los años que menos he salido de fiesta ha sido en Zaragoza"
--Regresa con Las Palmas a La Romareda tras salir en el verano pasado del club después del descenso y de un año y medio como jugador del Zaragoza. ¿Con qué sensaciones va a llegar a ese partido?

--De Zaragoza tengo buenos y malos recuerdos. Viví momentos muy bonitos nada más llegar, con un equipo que estaba casi hundido e hicimos un último tramo espectacular, con la salvación en Getafe, en un día tan emocionante para todos. Queda después el otro recuerdo, el del año pasado, había ilusión, una buena plantilla.... Y se hicieron las cosas bien hasta diciembre, con buenos resultados. Vino la mala racha, comentarios que no venían al caso, cosas que no eran ciertas. Se le echó mucha mierda al equipo.... Demasiadas cosas y llegó el descenso. Desde luego, fue muy triste, muy negativo todo, me sentí bastante mal.


--¿A qué se refiere con echar mierda? ¿A la prensa?

--No hablo solo de los medios de comunicación. Por ejemplo, de los aficionados, que decían que si iba al casino, que si estaba todo el día de fiesta. Y mire, de los años que menos he salido de fiesta y he ido a sitios ha sido en Zaragoza. Fui una o dos tardes al casino, nunca de noche, y además lo reconocí. Por no hablar de que yo con mi dinero puedo hacer lo que me dé la gana. Sin embargo, la gente se lo tomó como si iba todos los días. Decían que si todo el día estaba bebiendo y eso me dolía. Era mentira.


--De todas formas, ha habido futbolistas en la historia de este deporte que salían mucho por las noches y después rendían. Pero el rendimiento suyo en la segunda temporada, en la 2012-13, no fue bueno.

--Podría haber dado más, claro. Fue un año malo para todos, pero dentro de lo que cabe yo metí nueve goles. No está mal para un mediocentro... Y alguno más di. Después, cuando la situación es mala, todos arrastramos eso, el ambiente te envuelve y cuando el equipo cae es difícil destacar. Sin embargo, para algunos pareció que yo era uno de los pocos culpables de que el equipo descendiera.


--¿Cuál fue la clave de ese descenso el curso pasado? Quizá se perdió la unidad en el vestuario.

--No creo que fuera que se resquebrajara eso, sino la racha tan penosa, de tantas semanas, creo que hasta 15, sin ganar. Nos metimos en el hoyo y no supimos reaccionar para salir.


--Tras el descenso, usted queda señalado por el club como salida obligada. Sin embargo, no se va hasta mediados de agosto.

--Fue un verano bastante duro. Se decían muchas cosas, pero a mí nadie me propuso seguir. Nadie me vino para decirme que si me bajaba mi contrato o para intentar llegar a un acuerdo para poder continuar en el Zaragoza. Simplemente pasaban los días y nadie me decía nada. Al final fui yo el que pedí explicaciones, les dije que si querían echarme que lo hablaran. Tuve que dar el paso, porque ellos iban dejando pasar el tiempo para ver si llegaba una oferta y, si no, me intentarían largar. Mi queja va por ahí, me sentó bastante mal ese comportamiento del club, porque al final estaba muy incómodo, no sabía nada de mi futuro, pasaba el verano y nada cambiaba para resolver el asunto.


--Todo se solucionó salvo en el caso de Zuculini con acuerdos amistosos, un término que no se ajustaba mucho a la realidad.

-- Está claro. Salieron con la amenaza del despido. Yo di todas las facilidades, porque, no vamos a engañarnos, tenía dos años más, y si me pongo a las malas, me los tienen que pagar, o como mínimo una de esas dos temporadas. Mi contrato era alto, un buen contrato. Tal y como está el fútbol es difícil renunciar a eso.



--En Las Palmas cobrará menos.

--Por supuestísimo. Otro jugador hubiera sido más egoísta y no habría regalado esos dos años de contrato. Ellos hablaban de un ERE o de despidos. Y no es tan fácil eso. Que planteen ese ERE y vamos todos a los abogados y al juez y que lo discutan, a ver quién tiene razón. Insisto, no puse pegas y di facilidades.



--Por cierto, ¿aún le quedan cantidades pendientes del Zaragoza?

--(Sonríe) Todavía deben algunos pagos. Y son bastante importantes, pero en ningún momento he salido a decir nada. Tengo eso pendiente, pero aún no la idea de demandar. Esperemos que todo salga bien y ya está.



--Antes de irse en agosto pasado protagonizó un triste incidente con algunos aficionados en la Ciudad Deportiva, con los que llegó a las manos.

--A mí me pierde mi carácter a veces, es verdad, pero sobre todo cuando veo algo injusto. Y lo que viví en la Ciudad Deportiva lo fue. Todo el mundo iba en contra mía, cantando cosas que no eran ciertas, lo de los casinos y eso. Además veo que agreden a un amigo mío entre seis o siete personas. ¿Cómo voy a estar contento con esa afición? Es imposible. Cuando te tocan algo tuyo...



--Y hace dos meses también criticó a la afición zaragocista...

--Tampoco fue como se puso. A mí me preguntaron por la afición de Las Palmas, si pita cuando estamos mal. Yo dije que, para mi punto de vista, habiendo jugado en Zaragoza, donde también se ha pitado a futbolistas, creo que no ayudan en nada esos silbidos. En ningún momento dije que era la peor afición, ni con esas palabras que se sacaron.



--¿Cuál es pues su opinión real de la afición zaragocista?

--Pues que pagan la entrada y están en su derecho de pitar. Lo que pienso es que no beneficia en nada si el equipo lo pasa mal que lo hagan y se pongan en contra. Que te pite tu gente, los tuyos, ni ayuda en el fútbol, ni en ningún otro trabajo.



--No esperará un buen recibimiento... Esperará pitos, claro.

--Sí, me imagino. Mire, Apoño, o es muy querido, o lo odian. Habrá gente que me quiera allí, que habrán dado mi paso por bueno, y otros que estén esperando que toque el primer balón para silbar. Los pitos, a mí sinceramente, me benefician, me hacen rendir más. Me motiva más que me silben que los aplausos.

Apoño: "De los años que menos he salido de fiesta ha sido en Zaragoza" ( El Periódico de Aragón - 29/04/2014 )


lunes, 28 de abril de 2014

GERONA - REAL ZARAGOZA




EL PRECIO DE UN PLATO DE LENTEJAS

La peligrosa hipótesis de un remoto ascenso ha provocado un episodio de amnesia, una reducción de las críticas hacia Agapito. La urgencia no está en subir de rodillas sino en sobrevivir con los pies en la tierra, sintiendo bajo ellos la propiedad y el orgulloALFONSO HERNÁNDEZ 28/04/2014

Les hemos sacudido, no sin razón y sin perdón, a Paco Herrera y a los jugadores. Ahora le tocará el turno, en la responsabilidad que le corresponde, a Víctor Muñoz, que no puede cambiar nada porque no hay nada que cambiar y bastante ha hecho con empujar el bote hacia la orilla de la permanencia. El técnico aragonés, por lo menos, ha sido casi el único que ha mantenido la compostura, que no se ha dejado llevar por la inconsciencia, la ingenuidad o la ilusión. Se le puede cuestionar, y mucho, si su regreso a este Real Zaragoza fue una decisión inteligente, pero en su vida profesional jamás se ha caído de un guindo. Desde que llegó siempre ha interpuesto el discurso de la salvación a las insinuaciones de ascenso porque sabía dónde aterrizaba, en una pista caribeña sin torre de control ni luces de señalización, a los mandos de un equipo con los motores incendiados. La derrota con el colista, el Girona, confirma que este accidente es uno más de los muchos sufridos a lo largo de la turbulenta temporada deportiva y económica.

Vamos a seguir, todos, sacudiendo a diestro y siniestro a la plantilla y posiblemente se cuestionará hoy si para esto era necesario el relevo en el banquillo. La impotencia y la vergüenza continúan maltratando el corazón del aficionado, a quien, sin embargo, su tribuna soberana no le libera de una cuota de culpabilidad que compartir en los últimos tiempos. Al igual que la prensa, se ha dejado seducir por un plato de lentejas cuando la Primera División ha asomado su tímido hocico por el horizonte. Lo importante era aunar esfuerzos, ser positivos y afiliarse al optimismo más ultra por el bien común. ¿Qué bien común?

Hasta cierto punto es comprensible que después de ocho años de hastío, ninguneo y paquidérmico paso de la justicia ordinaria, con el club secuestrado por caraduras políticos e inmobiliarios que solo han buscado su beneficio, la hipótesis de un ascenso venga a alegrarnos el día. Sería solo un día porque de forma inmediata, en una u otra categoría, caerá la noche de una deuda imposible de atajar por este camino. Esa mentira piadosa, la de la vuelta a la élite aunque fuera de carambola, ha provocado un peligroso episodio de amnesia, una reducción considerable de las críticas y las acciones hacia Agapito Iglesias como máximo responsable de la seria amenaza de la liquidación del Zaragoza.

La desaceleración de la lucha desde los medios de comunicación y la hinchada, que han estado sujetando la misma bayoneta en el frente de batalla contra un personaje irrespetuoso con los valores del zaragocismo, ha dejado en el limbo el auténtico sentido de esta insoportable travesía por el desierto: la infatigable y cotidiana reivindicación social y ciudadana para que el resto de los poderes colaboren en el rescate. Por supuesto, para que no vuelva a caer en las garras de buitres como ya ocurrió en 2006. La urgencia no está en subir de rodillas sino en sobrevivir con los pies en la tierra, sintiendo bajo ellos la propiedad, la historia, las raíces de generaciones anteriores que construyeron este club con orgullo, no sobre un plato de lentejas.

El precio de un plato de lentejas ( El Periódico de Aragón - 28/04/2014 )

miércoles, 9 de abril de 2014

MATERIAL DEL GRUPO

MECHEROS - PRECIO UN EURO LA UNIDAD.


CAMISETAS - PRECIO DIEZ EUROS.

Podeis realizar pedidos de material LFN escribiendo a material.ligallo@hotmail.com donde os indicaremos los pasos a seguir.



SALVADORES DEL ZARAGOCISMO (O LA ZORRA EN EL GALLINERO)


LOS DEL SUR - CLUB ATLÉTICO NACIONAL

)

lunes, 7 de abril de 2014

viernes, 4 de abril de 2014

DISFRUTAD DEL GANADOR DEL PRIMER CONCURSO DE RELATOS DE AUPAZARAGOZA.COM

EL ÚLTIMO REMATE

por Emilio Gil Moya
- Mamá, me voy que llego tarde – le había dicho cuando se cruzaron en la parada del autobús. Le dio un beso y subió al 40 mientras buscaba en el bolsillo trasero de su pantalón vaquero la tarjeta del bus. Saludó como siempre a Pedro –debe ser duro conducir un autobús por la ciudad, pensó – y la vio alejarse con paso cansino hacia casa. Le había visto cara de cansada. Y triste. Habían pasado ya 20 años y sin embargo vivía ese día como si el tiempo no hubiese transcurrido.
Pese al tráfico, la destreza de Pedro se hizo notar y con más de veinte minutos de tiempo estaba accionando el tormo de la puerta 16. Subió, como siempre, los escalones de dos en dos y recorrió de memoria el tramo que le separaba de su localidad. Sacó la cartera para guardar el carnet y las vio. Envejecidas por el tiempo, allí estaban. Desde aquel día las había llevado siempre encima. Mientras los recuerdos se agolpaban, los altavoces trataban de dar color a las gradas:
“Mil banderas ondearan, en las torres del Pilar….”
No lo pudo evitar. Los ojos se le humedecieron y la tristeza creó un halo que le aisló de todo
cuanto le rodeaba. Y recordó…
- Papá, si llegamos a la final nos vamos a París. Quien sabe cuándo veremos otra igual.
Acababa de finalizar el partido de vuelta de la primera ronda y el contundente cuatro a cero con el que habían eliminado al Gloria Bistrita provocó en Pascual una euforia desmesurada. Había disfrutado del partido más que en cualquier otra ocasión. Sin saber explicarlo, algo había en los ojos de aquel entrenador novato que le había encandilado. Pero sobre todo, había visto a su padre. Durante todo el partido no había dejado de observarle. Sentado en su lado favorito del sofá, se había tapado con aquella manta de cuadros que mamá trataba siempre de tener perfectamente doblada. Las manos, curtidas por años de volante y sacrificios, se movían sin parar en busca de una aceituna o un sorbo de esa Garnacha de Campo de Borja que le encantaba, mientras Poyet anotaba su segundo gol particular de la noche. Aquel día había visto el brillo en sus ojos. Le había visto disfrutar y hasta abrazar a su madre cuando uno de sus paseos por el comedor había coincidido con el gol de Pardeza. – ¡tan pequeño y como corre! – había dicho ella. Y pensó que se lo merecía. El y toda su generación. Una generación sin oportunidades, luchadora, que había sabido dar a los suyos todo lo que a ellos la vida les había negado. Su padre le miró con cara extraña, sorprendido.
-Hijo! no sueñes despierto. Ni llegaremos a la final ni podríamos ir. ¿Cómo vamos a ir a París, si no tenemos una perra?-. Y, ¿cómo ibas a convencer a tu madre?
Pero Pascual pudo adivinar, a través de aquellos ojos gastados por la vida, una chispa de ilusión que no pudo ocultar.
-Bueno, ya veremos- dijo Pascual, zanjando la conversación. Pero sus pensamientos continuaron dándole vueltas al tema.
Se acercaba la navidad y en el hospital habían repartido ya los días de fiesta. A pesar de estar ya en el cuarto año de residencia no pudo evitar tener que trabajar todos los días de fiesta. Pero no le importó demasiado. Tendría un dinero extra para París. Habían pasado casi dos meses pero la idea todavía le rondaba por la cabeza. En eso tenía sus pensamientos cuando, desde el control, le anunciaron que tenía una llamada.
‐ Mamá? ¿Qué pasa? – había notado algo extraño en su tono de voz.
‐ Hijo, tu padre no se encuentra bien. Hoy no se ha querido levantar de la cama. No se…
‐ No te preocupes, mamá. En cuanto termine voy directamente a casa. No será nada, ya verás.
Una semana después, los resultados de la analítica fueron concluyentes. Cáncer de próstata. Pero el especialista era optimista. Un tratamiento hormonal para reducir los niveles de PSA y visita para dentro de dos meses.
Aquel segundo día del mes de marzo fue inolvidable. Por la mañana acudieron a la cita con el oncólogo y las noticias no pudieron ser mejores. Los niveles estaban controlados y el tumor parecía que remitía. Pascual decidió que había que celebrarlo. La comida en La Matilde fue de esas que no se olvidan. Lástima que el final del día no acompañó. El Real Zaragoza perdía con el Feyenoord en Rotterdam, pero el exiguo gol de desventaja permitía seguir soñando. Y París seguía en la mente de Pascual.
‐ ¿Cómo te encuentras, papá? ¿Listo para la remontada?
Pascual acababa de llegar casa, justo a tiempo para ver el partido. Su padre, como siempre envuelto en la manta de cuadros, miraba atentamente la pantalla. La enfermedad, a pesar de la opinión del oncólogo y de los resultados de los diferentes análisis, parecía avanzar sin remedio. Remedió que llegó en forma de goles. Dos, como dos soles, de Pardeza y de Esnaider. Su padre parecía otro. No había dolor ni tristeza en su cara. Al acabar el partido, se levantó del sofá con una energía inusitada y, camino del lavabo le gritó:
‐ Pascual, ¿sigue en pie lo de París? Igual tienes razón y somos capaces de llegar…
La euforia se extendía por la ciudad, y también por casa de Pascual. El tumor parecía remitir. Los análisis de abril fueron alentadores. Más que el sorteo, que nos deparó un duro hueso de roer. El Chelsea eran ya palabras mayores.
‐ Si yo puedo con el cáncer, estos podrán con el Chelsea – le dijo su padre aquella tarde.
Pascual hacía días que observaba la actitud de su padre. Taciturno antes de las visitas al Servet, esperanzado tras los sorteos, eufórico tras las victorias. Pero había algo que le preocupaba. Y su madre se daba perfecta cuenta.
‐ Hijo, dime la verdad. Tú eres médico.
No había más que una verdad. El futbol, su Real Zaragoza, provocaba milagros. Conocía perfectamente la gravedad de la enfermedad, y sin embargo no alcanzaba a comprender como su padre era capaz de mantenerse en ese estado de forma. No, a menos que….
‐ ¡Tres a cero! En mi vida había visto algo así. Tengo unas ganas locas de vivir, de gritar dijo mientras hacía ademán de abrir la ventana y compartir la alegría con todo el barrio. Esnaider acababa de marcar el tercero y La Romareda parecía venirse abajo.
‐ Estáis tontos – dijo su madre. Al final os vais a llevar una decepción.
Su madre se equivocó. Pero solo en parte. No hubo decepción quince días después, aunque sí mucho sufrimiento. Aquel gol de Aragón, al empezar la segunda mitad, tuvo un efecto impresionante en las almas de todos los zaragocistas. También en la de su padre. Fueron más de treinta minutos intensos que al final se tradujeron en abrazos, lágrimas… y sorpresas.
‐ Pascual, ¡quiero ir a París! No sé cuánto me queda de vida. Pero seguro que no tengo otra
oportunidad como esta.

Desde la cocina llegaban, entrecortados, los sollozos de su madre. Su padre estaba tan eufórico que no los apreció, pero a Pascual se le derrumbó el mundo por un instante. Luego, como empujado por una fuerza interior, se levantó del sofá, abrazó a su padre y le dijo:
‐ Papá, ¡nos vamos a París!
Las gestiones fueron más complicadas de lo esperado. Pascual no quería viajar en autocar con su padre. El dinero de las guardias de navidad le permitía comprar billetes de avión y reservar un hotel decente para poder hacer el viaje de forma relajada. Así que echó mano de sus amistades y consiguió un par de entradas adquiridas directamente en París. Estarían en la zona central, en lo que llamaban zona neutral, frente a la tribuna principal. Mejor. Temía las aglomeraciones dadas las circunstancias.
Sin embargo, aquel mes de mayo no pudo empezar peor. Los resultados de la analítica fueron demoledores. Aparentemente, su padre no se encontraba peor pero, dadas las circunstancias, los médicos decidieron ingresarlo. Aquello les desmoronó por completo.
‐ ¡Ahora que tenéis las entradas, no vas a reblar! – le dijo su madre colocándole bien las sábanas, doblando de forma perfecta el embozo con el símbolo de la Seguridad Social.
Pascual sabía que nunca irían a París. La fecha se acercaba y la situación de su padre empeoraba por momentos. Lo veía escuchando atentamente los programas deportivos, con la mirada perdida hacia la ventana, desde donde podía ver la grada de Jerusalén.
La vida es cruel. Pascual cambió su billete de avión por uno para la línea 40. Subió los cinco pisos con una tristeza que le impedía respirar. Y al llegar a la habitación, descargó esa pesada carga en el pasillo y entró con la misma sonrisa que su madre contaba tenía cuando niño.
‐ Aquí estoy papá ¡ ¿Listo? No vamos a París, pero vamos a ganar. Te lo prometo.
Y empezó el partido de su vida. El partido de sus vidas. Su padre incorporado apoyándose en la almohada. Su madre en una silla junto a la cabecera intentando ver la tele pero mirando con pena a su marido. Pascual a la derecha de su padre, sentado en la cama. Cada jugada un apretón de manos. Cada ocasión un salto. El gol de Esnaider paralizó la quinta planta. Su padre, sin voz, intentó cantarlo sin éxito. Al poco, el empate los dejó sin esperanza. Su madre se enjugaba las lágrimas con disimulo. No por el futbol.
Y llegó la prórroga. Ahora Pascual había cogido las manos de su padre.
‐ ¡Esto se acaba, hijo! – dijo con un hilo de voz entrecortado.
Y de repente el milagro. Las manos curtidas recuperan la fuerza. Aprietan como antes más aquellas manos de niño frente al colegio. El balón sube, y sube. El portero retrocede mas no llega. Y Nayim se vuelve loco. Y todos con él. De repente, las manos flaquean, se rinden. Pascual mira a su madre. Con miedo vuelven la mirada. Allí está su padre, la cabeza apoyada en la almohada, los ojos cerrados y una sensación de felicidad en el rostro imposible de olvidar. Final del partido.
El pitido inicial del árbitro le devuelve a la realidad. Intenta mirar hacia el césped pero las lágrimas le impiden siquiera reconocer a los jugadores. Echa mano al bolsillo trasero y se guarda la cartera. Y mientras tanto suenan todavía por megafonía las últimas estrofas:
“…cuando muera que así pinten mi ataúd”.