La visión de un estadio desangelado, triste, medio vacío... es el
reflejo del ánimo de una afición harta del deterioro al que se ha llegado tras
los años de gestión de Agapito Iglesias.
Ver hoy el aspecto del estadio de La Romareda
sacude el ánimo, produce vértigo. La pérdida de más de siete mil abonados –por más que se hayan
recuperado algo más de mil quinientos- se pone de manifiesto cada fin de semana
en un campo desangelado, triste; en donde ya solo aguanta la
más profunda fidelidad.
El hartazgo ha invadido cada rincón de un zaragocismo al que se le ha terminado la paciencia. El deterioro institucional, que afecta ya a todos los órdenes del Real Zaragoza, se ha propagado también al elemento más sólido de la entidad: la afición. La actitud de los seguidores blanquillos ha sido siempre excepcional; han puesto de relieve su apoyo al equipo mientras expresaban con rotundidad su contundente oposición a la gestión de Agapito Iglesias. Pero el desgaste profundísimo, el dolor de ver en qué se ha convertido un equipo del prestigio del Real Zaragoza han acabado por doblegar el ánimo de muchos.
Cualquier parecido del equipo aragonés consigo mismo es pura coincidencia. El asalto político, la intervención partidista del Gobierno de Marcelino Iglesias –el origen y la responsabilidad de lo que hoy se vive en la entidad- han dinamitado la esencia del club y la ilusión de miles de seguidores, que ya no soportan ver su decadencia.
La Romareda se vacía. Hace tiempo que de allí escaparon los valores del Real Zaragoza. Hoy, una escuadra difícilmente reconocible se esfuerza por recuperar un hueco en la élite del fútbol. Pero ese camino necesita de forma paralela el asfalto de otra vía: la salida de Agapito Iglesias y la regeneración completa de la entidad.
http://www.heraldo.es/noticias/deportes/futbol/real_zaragoza/2013/10/29/la_imagen_del_desencanto_del_real_zaragoza_254713_611027.htmlEl hartazgo ha invadido cada rincón de un zaragocismo al que se le ha terminado la paciencia. El deterioro institucional, que afecta ya a todos los órdenes del Real Zaragoza, se ha propagado también al elemento más sólido de la entidad: la afición. La actitud de los seguidores blanquillos ha sido siempre excepcional; han puesto de relieve su apoyo al equipo mientras expresaban con rotundidad su contundente oposición a la gestión de Agapito Iglesias. Pero el desgaste profundísimo, el dolor de ver en qué se ha convertido un equipo del prestigio del Real Zaragoza han acabado por doblegar el ánimo de muchos.
Cualquier parecido del equipo aragonés consigo mismo es pura coincidencia. El asalto político, la intervención partidista del Gobierno de Marcelino Iglesias –el origen y la responsabilidad de lo que hoy se vive en la entidad- han dinamitado la esencia del club y la ilusión de miles de seguidores, que ya no soportan ver su decadencia.
La Romareda se vacía. Hace tiempo que de allí escaparon los valores del Real Zaragoza. Hoy, una escuadra difícilmente reconocible se esfuerza por recuperar un hueco en la élite del fútbol. Pero ese camino necesita de forma paralela el asfalto de otra vía: la salida de Agapito Iglesias y la regeneración completa de la entidad.
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