Una historia de fútbol en Salzburgo
Muchos años antes de que Dietrich Mateschitz, empresario multidisciplinar y alma máter de Red Bull, decidiese que el fútbol podría ser un magnífico escaparate para su compañía de bebida energética, el balón ya rodaba en Salzburgo. De hecho, Mateschitz no había nacido aún cuando, en 1933, los dos equipos de fútbol existentes desde principios del sigo XX en la ciudad alpina, Rapid Salzburg y Salzburg Hertha, decidieron unirse bajo un mismo escudo y unos mismos colores, el blanco y el violeta, para alumbrar al SV Austria Salzburg.
Muy condicionado por el Anschluss de 1938, el Austria Salzburg no tuvo unos primeros años de vida precisamente sencillos. No consiguió debutar en la máxima categoría austriaca hasta la temporada 1953/54, convirtiéndose en un equipo ascensor durante las décadas de los años cincuenta y sesenta, permaneciendo muy alejado del potencial de los grandes equipos de la capital del país. Tuvieron que llegar los años setenta para que el principal equipo de Salzburgo viese como su historia, triste historia hasta la fecha, daba un giro radical para colocar a la entidad alpina en una trayectoria ascendente que, salvo un breve lapso a mediados de los años ochenta durante el que el club volvió a perder la categoría, no se ha visto alterada hasta nuestros días.
Pero la historia del principal club de fútbol de la ciudad de Salzburgo está marcada, en su era más actual, por una circunstancia muy particular. En apenas cuatro décadas, el equipo ha tenido hasta cuatro denominaciones diferentes, algo que no resulta infrecuente en una Bundesliga austriaca tradicionalmente muy explotada comercialmente y que acostumbra a ver cómo algunos de sus participantes adoptan en su denominación la marca comercial de su patrocinador, sin mayores limitaciones que el buen gusto y el respeto a la tradición del club en cuestión.
En Salzburgo primero fue la empresa del sector del juego Casinos Austria. Corría el año 1978, con el equipo recién ascendido a la Bundesliga austriaca, cuando el SV Austria Salzburg cambió su denominación oficial por la de Casino Salzburg. Bajo esa histórica denominación, el club alcanzó algunas de sus hazañas más recordadas. Fue finalista de la UEFA de 1994, cayendo en la final ante el Inter por un gol a cero, y conquistó los primeros títulos de su historia, alzándose con los campeonatos ligueros 93/94, 94/95 y 96/97. Más tarde, en la 97/98, el club vio como la denominación de Casino desaparecía de su nombre oficial para dejar su lugar a la de Wüstenrot Salzburg, gracias al acuerdo de patrocinio alcanzado con Wüstenrot-Gruppe, compañía dedicada a los servicios financieros y los seguros.
Sin embargo, ninguno de aquellos dos cambios de denominación tuvo un significado tan profundo o tan polémico como el que se produjo en el año 2005, cuando a Dietrich Mateschitz se le ocurrió que el fútbol pasaba a ser una opción preferencial en su estrategia comercial de product placement deportivo para su marca de bebidas energéticas. Red Bull adquirió el histórico club alpino y no se limitó a ser un simple patrocinador como en su día lo fueron Casinos Austria o Wüstenrot-Gruppe. Quizá por ello, adoptó una serie de decisiones que supusieron un antes y un después con respecto a la relación de la hinchada con el club.
En primer lugar, Red Bull, nuevo propietario del club, decidió no reconocer los más de setenta años de historia de la entidad que acababa de adquirir. Se eliminó cualquier rastro del pasado, títulos y hazañas incluidos (aunque finalmente estos acabaron siendo incluidos de muy discreta manera en su web oficial), se cambió la denominación del club (Red Bull Salzburg), se enterraron los tradicionales colores blanco y violeta en detrimento de los colores de la empresa e incluso se diseñó un nuevo escudo, que no era sino el logo comercial del nuevo propietario. Sólo el chapucero añadido de una pelota de fútbol entre los dos habituales toros rojos permitía al aficionado distinguir aquel escudo como el de su histórico club. Como era de esperar, tal revolución no cayó nada bien entre la afición de Salzburgo.
‘El Red Bull no puede ser violeta, si lo fuera no podríamos seguir llamándolo toro rojo‘, se excusaba Mateschitz ante la avalancha de quejas de los seguidores del equipo. De pronto, el asunto cromático pasó a ser de capital importancia. Apenas habían pasado unas semanas desde la adquisición del club por Red Bull cuando varios seguidores del Salzburg que portaban emblemas en los tradicionales colores blanco y violeta fueron expulsados de un amistoso de pretemporada por considerarlos ‘inapropiados’. Hasta tal punto llegaron las consecuencias del escaso calado de los nuevos colores de la entidad, que el propio club se vio en la tesitura de tener que regalar una camiseta del equipo a cada abonado, con el único fin de que el rojo y el blanco fuesen ganando sitio en el graderío al reivindicativo violeta.
El Red Bull Salzburg, que desde que cambiase de denominación ha conseguido convertirse en el firme dominador de la Bundesliga austriaca alzándose con cuatro títulos en ocho temporadas, sigue sin calar entre los aficionados del primigenio SV Austria Salzburg. Simplemente, y pese a contar con la fuerza de un importantísimo apoyo económico hasta la fecha desconocido para ellos, no ven el club como suyo, no se identifican con él. Cuentan con uno de los estadios más imponentes de Austria, cómo no, Red Bull Arena, con capacidad para más de treinta mil espectadores, pero rara vez llega a ocuparse más de un 50% del aforo total. Con todo, son muchos más de los que acuden cada dos semanas a animar al SV Austria Salzburg refundado, con su nombre, colores y escudo tradicionales, por un grupo de aficionados que no se resignaban a ver morir al club de su corazón bajo los millones de Red Bull. En apenas ocho años de existencia han conseguido ascender tres categorías en la escala del fútbol austriaco. Aún les quedan dos peldaños más, los dos más complicados, para poder medirse a su verdugo, pero prometen seguir dando guerra. Aunque sea por puro orgullo.
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