¿Dónde está Barquero? ¿Y Álvaro? ¿Y Abraham? ¿Dónde?
Que catorce jornadas después de comenzar la Liga solo haya un jugador, David Cortés, que esté rindiendo de acuerdo a las expectativas que había creadas con él, es un indicio definitivo y que no hace más que revelar lo que está ocurriendo con el Real Zaragoza. Que está descalabrado y merodea la zona de descenso. Ningún otro de los futbolistas de la plantilla, ni siquiera Leo Franco, que comenzó a un nivel alto y poco a poco ha ido menguando hasta confundirse con elVíctor ni Henríquez con sus goles, ocultados luego detrás de una intermitencia brutal, están donde deberían.
resto, ni
En casos así existe una responsabilidad individual, achacable al mal hacer de cada futbolista, y otra colectiva, que hay que inscribir en el libro de culpas del entrenador por no ser capaz de encontrar el espacio adecuado para que cada uno de sus hombres, o al menos un puñado, encajen y rindan en el funcionamiento global del equipo.
Este Real Zaragoza tiene muy pocos argumentos serios. Es un tren de mercancías oxidado y viejo, pero con una locomotora perfectamente definida: Barkero, Álvaro, Montañés, Abraham, Henríquez, Leo Franco, Víctor y, si se quiere, aunque en otro papel más de sustento que principal, Paglialunga y Acevedo. Si esos futbolistas, especialmente los cinco primeros, no tiran de la maquinaria, el equipo no funciona.
Y eso es exactamente lo que está sucediendo. Que el entrenador no solo no ha mejorado la altura de la plantilla con su aportación, sino que la ha empeorado, y que todos y cada uno de los jugadores importantes, obligados por responsabilidad a tirar de la locomotora, siguen escondidos en los comodísimos vagones de cola.
resto, ni
En casos así existe una responsabilidad individual, achacable al mal hacer de cada futbolista, y otra colectiva, que hay que inscribir en el libro de culpas del entrenador por no ser capaz de encontrar el espacio adecuado para que cada uno de sus hombres, o al menos un puñado, encajen y rindan en el funcionamiento global del equipo.
Este Real Zaragoza tiene muy pocos argumentos serios. Es un tren de mercancías oxidado y viejo, pero con una locomotora perfectamente definida: Barkero, Álvaro, Montañés, Abraham, Henríquez, Leo Franco, Víctor y, si se quiere, aunque en otro papel más de sustento que principal, Paglialunga y Acevedo. Si esos futbolistas, especialmente los cinco primeros, no tiran de la maquinaria, el equipo no funciona.
Y eso es exactamente lo que está sucediendo. Que el entrenador no solo no ha mejorado la altura de la plantilla con su aportación, sino que la ha empeorado, y que todos y cada uno de los jugadores importantes, obligados por responsabilidad a tirar de la locomotora, siguen escondidos en los comodísimos vagones de cola.
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