martes, 14 de abril de 2015

UNA HISTORIA PARA LOS DE LA PLACA

El punk que retó al punk

BRENDA OTERO (LONDRES) 
 

http://elpais.com/diario/2010/11/05/tentaciones/1288984976_850215.html

Boy London fue la marca más cool de los ochenta. Y Boy George y Madonna, sus embajadores. Su polémico creador la resucita por auténtica petición popular.
 
 
La nueva etapa incluye un documental y la venta en la cadena Urban Outfitters. El resto depende del impaciente y vampírico Raynor. Lo seguro es que no volverá a llamar a ex musas como Boy George: "Solo me relaciono con adolescentes. Cuando alguien sabe lo que quiere, deja de interesarme. Quiero chupar carne fresca".
Vistió a adolescentes, estrellas del pop y asiduos al cuarto oscuro. Estampó camisetas con smileys y águilas nazis. BOY London, marca icónica de los ochenta, vuelve en busca de sangre nueva tras años en hibernación. Stephane Raynor, su calenturiento fundador, escurridizo y de edad indefinida, se autoproclama "anarquista".
Hoy está parapetado tras un portátil en Sick, su tienda y morada en el East End londinense. Le flanquean dos chicas muy jóvenes, pálidas y vestidas de negro. Una se pierde, para no volver, en el sótano de la tienda tras un punki, y unos chavales de 13 años preguntan por el precio de unas bicis (aunque desestiman comprarlas, porque valen 100 libras). Raynor se muestra entusiasmado: "Acabas de presenciar el porqué del renacimiento de esta marca: esos chicos que mezclan punk y hip-hop, que buscan el estilo original y lo aplican a la era moderna".
"Solo me relaciono con adolescentes. Quiero chupar sangre fresca"
Así es el movimiento habitual en Sick, un mugriento revoltijo de diseños BOY London (antiguos y nuevos), camisetas con logo falso de Chanel, ropa sin etiqueta, maniquíes, bicicletas y zapatos. "Hay que atreverse a entrar", explica Raynor. "Atraemos a gente rara y maravillosa. La tienda funciona como mi tela de araña para atrapar a mis víctimas y pervertirlas".
Trazar una historia lineal de la mutante BOY London es complicado. Comenzó a principios de los setenta, cuando Raynor vendía segunda mano a Malcolm McLaren (antes de que fuera manager de los Sex Pistols), convirtiéndose en uno de los precursores del auge vintage. En 1976 abrió la primera tienda BOY (a secas) en la Kings Road londinense. Billy Idol era su dependiente, y Sid Vicious, cliente habitual.
Junto a McLaren y Vivienne Westwood sentó las bases del punk. Pero Raynor se aburrió pronto y se pasó a los nuevos románticos, que utilizaban como sede el club londinense Blitz, donde, cuenta la leyenda, se denegó la entrada a Mick Jagger por ser demasiado viejo. En los ochenta quiso hacer streetwear y fundó BOY London, cuya tienda homónima exhibía fotos de los escarceos sexuales que sucedían en los probadores. Boy George hizo de la marca su uniforme, y Madonna y Pet Shop Boys le imitaron. Convirtió el smiley, el icono sonriente del acid house, en el emblema de sus camisetas, y BOY London se convirtió en un fenómeno de masas. Pero cuando los alocados ochenta se fundían con los depresivos noventa, la firma se inmoló: "No soy como Vivienne Westwood y Paul Smith, que perpetúan su firma. Yo me cargué la mía, le prendí fuego y no me importó una mierda".
Tras cerrar el negocio, Raynor se largó "a la playa dos años, me perdí en Ibiza". Quizá se escondía: "Todo terminó controlado por mafiosos. No lo enseñan en las escuelas como Saint Martins, pero la mafia dirige la moda. En cuanto empecé a ganar pasta ya estaban allí, hablando de pegar tiros".
Insiste en que no ha resucitado BOY London por dinero, que ha rechazado ofertas millonarias (como la de Philip Green, dueño de Topshop) y que ha vuelto por petición popular: "No lo forcé. Me estaba tirando a una chavalita japonesa en Francia. Ella me robaba cinta adhesiva de BOY y se la daba al DJ y artista Matthew Stone para que se la pegara en sus Martens. Gracias a las redes sociales, la cosa despegó".

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