Apenas había mil personas pero los cánticos de ayer en contra del presidente resonaron más fuerte que nunca en La Romareda
Ni siquiera en una noche en la que apenas había un millar de personas en La Romareda Agapito pudo respirar. Eran veinticinco o treinta, arriba en el Fondo Norte, pero aquellos gritos de los muchachos del Ligallo, de verdad que resonaban más que ningún otro día. Ya se sabe, cosas del vacío, del eco que lo devuelve todo y hace restallar las palabras por dos, por tres, por cuatro... Si además te machacan cada dos o tres minutos sin descanso, aquello se hace insufrible. Te intentas acomodar a la derecha, pruebas mejor a la izquierda, luego la mano al mentón, a la frente, a las sienes... Ni por esas.
Fue otra noche amarga para el máximo accionista del club aragonés, que se apretó entre los presidentes del Huesca y el Teruel (Fernando Losfablos y Ramón Navarro) y los jefes de deportes de la comunidad y el ayuntamiento (Álvaro Burrell y Manu Blasco). Acurrucado ahí se tuvo que escuchar lo de todos los días ("Vete ya", "Directiva dimisión") y algunas otras frases, entre el ingenio y el mal gusto, que permitía el silencio de la noche, cómplice perfecto ayer.
En el palco estaban, además, los señalados de la parcela deportiva, Prieto y Herrera, que también recibió alguna reverberación desde la grada. Nada representativo, como todo lo anterior, pero una prueba más de lo que es este Zaragoza engullido por la traición. Ahora la gente se divierte así.
El azote de Agapito ( El Periódico de Aragón - 07/10/2010 )
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