domingo, 3 de octubre de 2010

SINAMA SINGOL NUNCA MÁS!!!


Sinama, el héroe villano
PACO GIMÉNEZ
El francés rubricó la inverosímil remontada con dos goles en cinco minutos. Sin embargo, su feo gesto al graderío tras el 1-2 provocó el rechazo de una afición que no está para que nadie la mande callar.

Floren Sinama-Pongolle, el postrero delantero que la trinidad Agapito-Herrera-Prieto se sacó de la chistera al final del mercado estival para que Gay tuviera al menos un arma mínimamente acreditada con la que atacar cada domingo a los rivales, fue ayer héroe y villano a la vez.
El delantero francés, en cinco minutos de inspiración, rubricó con dos certeros remates la inverosímil remontada zaragocista en inferioridad numérica mediada la segunda parte. Sus dos primeros goles. En un día ordinario, oro molido. Sendos motivos de redención de sus pecados ofensivos en los minutos que lleva disputados con la camiseta blanquilla (que no son pocos). Con sus dos tantos, Sinama debería haber sido ayer pieza destacada en la historia del choque ante el Sporting. Uno de los héroes de la épica sesión de La Romareda.
Pero no fue así. El galo se confundió al consumar el 1-2 y, no solo lo pagó carísimo ayer, sino que tiene toda la pinta de que va a quedar seriamente estigmatizado entre buena parte de la afición zaragocista, que no está para niñerías ni caprichos de recién llegados al barrizal que es hoy el día a día del Real Zaragoza SAD. Sinama-Pongolle, como él mismo reconoció al término del choque, hizo el gesto del silencio a la afición. Se puso el dedo índice de su mano izquierda sobre los labios como queriendo tapar las bocas de quienes, ateridos de miedo, cansados de sufrir y hastiados de tanta mediocridad perenne, han criticado en los partidos que llevamos de Liga sus actuaciones y las de su colega de línea, Marco Pérez.
Fue marcar Sinama, ejecutar tan irrespetuosa celebración, y arder La Romareda contra su ariete. Puro esperpento. Insultos fortísimos dedicados voz en grito contra él por la mayor parte de la hinchada local, pitidos estruendosos cada vez que tocaba la pelota. El esperpento se hizo monumental cuando Sinama agarró otro balón en una contra y diseñó el milagroso 2-2. Los exabruptos y la bronca se entremezclaron con el éxtasis del gol de la igualada. Pero en las mentes del público zaragocista siguió predominando el desacato de su jugador al acierto puntual de quien evitó una nueva derrota con dos ramalazos de clase y tino. Así quedó patente cuando Gay optó por quitarlo del campo a falta de un cuarto de hora y suplirlo por Marco Pérez. División de opiniones, como en los toros, es lo que se escuchó en los cuatro costados del estadio.
El entrenador no tuvo más remedio que aceptar en su rueda de prensa que Sinama-Pongolle se equivocó ayer con su actitud. Gravemente, habría que añadir. La afición de Zaragoza no está para que nadie la mande callar a estas alturas de la película. Ni Agapito, ni Herrera, ni Prieto y, mucho menos, un recién llegado que, a la vista está, no tiene noción de lo que por estos lares se está aguantando y sufriendo desde hace más de un trienio.
Son los efectos secundarios de conformar una plantilla con este perfil de futbolistas. Jugadores de aluvión, de venir, estar y marcharse. Cedidos por doquier, sin opción de quedarse en su mayoría. De múltiples y variopintas procedencias y nacionalidades. ¿Qué se les puede exigir en lo referente a sentimientos, identidad y conocimiento del medio en el que habitan? Nada. En efecto, nada.
Es el Real Zaragoza del agapitismo. Sin arraigo, sin implicación en la fibra humana del cada vez más destartalado viejo club. Chicos que vienen a la ciudad y que se marchan al poco sin conocer sus calles, sin vivir la vida cotidiana. Algunos, hasta se despiden sin aprender el idioma. Cuesta imaginar que cualquier jugador de otras épocas, recientes o más lejanas, de esos que vivieron seis, siete, ocho años o más (muchos se quedaron afincados y aquí siguen) hubiese mandado callar ayer al graderío. Es, simplemente y por mucho carácter que el fulano tuviera, imposible.
Sinama quiso luego limar asperezas. Habló en la zona mixta de un mal entendido, de un gesto de rabia. Al abandonar el estadio, se acercó al centenar de seguidores que le increpaban para intentar dar explicaciones y pedir perdón. Fue peor. La policía lo tuvo que separar de las iras de quienes no estaban por admitir disculpa alguna. No está el horno para este tipo de bollos y, cada día que pasa, para ningún tipo de repostería fina.
Sinama-Pongolle se redimió en su faceta de goleador, para la que fue contratado temporalmente hasta mayo sin opción de nada más. Pero el héroe se metió en un charco tremendo.

http://www.heraldo.es/noticias/detalle/sinama_heroe_villano.html

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