J. MERCADAL.
Luis García ha pasado de ser uno de los jugadores más temidos por el zaragocismo a uno de los referentes para la grada de La Romareda.
En el mundo del fútbol hay jugadores que, sin razón aparente, consiguen convertirse en verdugos habituales de un equipo en concreto. Su sola presencia en el terreno de juego llega a provocar un tic nervioso en la afición contraria y su figura está envuelta en una incómoda sensación de peligro. Para el Real Zaragoza, Luis García, y su asociación con el eterno Raúl Tamudo, era una de esas bestias negras capaces de minar la moral aragonesa con su sola alineación. Una antigua pesadilla que este domingo revertió su condición para transformarse en la esperanza blanquilla.
Autor de los dos goles zaragocistas contra el Espanyol, el delantero asturiano hizo de su primer partido como local en La Romareda el perfecto guión de una película palomitera de Hollywood. Noventa minutos en los que se desarrollaron todos los registros necesarios para la consecución del arquetípico taquillazo. Esto es, emotividad por el rival caído en suerte, el Espanyol donde el ariete disfrutó de sus mejores años, alegría tras el primer gol, drama en el fallo del penalti y una tensión inusitada que se resolvió en el último instante con final feliz. Bajo las órdenes de un reputado director no hubiese resultado tan auténtico.
El encuentro consagró a Luis García como referente zaragocista para la presente temporada. El de Oviedo, que ya fue capitán del cuadro perico, posee el carisma y capacidad de liderazgo suficiente para reemplazar, en lo anímico, a las importantes figuras que durante el mercado estival tuvieron que abandonar la capital aragonesa. Unas características reforzadas con el compromiso mostrado al ejecutar, sin ningún tipo de reparo, al que probablemente sea el equipo de sus amores.
Antigua pesadilla
Hasta su fichaje por la entidad presidida por Agapito Iglesias, la figura del internacional español estaba tristemente asociada al batacazo blanquillo producido en la final de Copa de 2006. Entonces, García anotó dos de los cuatro goles con los que los barceloneses arrebataron el ansiado título al conjunto zaragozano. Su imagen dando volteretas de alegría tras el 4-1 ilustraron el desasosiego existente en una escuadra que, hasta aquel momento, había rallado la excelencia a lo largo de todas las eliminatorias.
No fueron los únicos tantos que marcó al Real Zaragoza. Un año antes, con la camiseta del Mallorca, fue el artífice de la victoria por la mínima de los baleares. Finalmente, la pasada temporada, para cerrar el ciclo, participó con otra diana en el calamitoso 4-0 que los pupilos de Aguirre encajaron en el nuevo estadio de Cornellá-El Prat.
Nuevo escenario
Con tres años de contrato por delante, Luis García tiene tiempo suficiente para consolidarse como el nuevo ídolo de la parroquia zaragocista. Una afición que, en los últimos años, se ha tenido que acostumbrar al continuo ir y venir de jugadores cuya idea de futuro no siempre pasa por permanecer en la entidad.
Desde su primer día como blanquillo, cuando apareció en el campo de Villanueva para presenciar el amistoso en favor de la Federación de Peñas, García recibió el cariño de los que en otro tiempo le temían. El futbolista respondió aceptando de muy buen grado las peticiones de autógrafos y fotografías procedentes de los más pequeños. “Ya me iréis conociendo, no tengo ningún problema en asumir la responsabilidad”, dijo en su presentación. De momento, ya ha logrado una victoria en su segundo partido como titular.
En el mundo del fútbol hay jugadores que, sin razón aparente, consiguen convertirse en verdugos habituales de un equipo en concreto. Su sola presencia en el terreno de juego llega a provocar un tic nervioso en la afición contraria y su figura está envuelta en una incómoda sensación de peligro. Para el Real Zaragoza, Luis García, y su asociación con el eterno Raúl Tamudo, era una de esas bestias negras capaces de minar la moral aragonesa con su sola alineación. Una antigua pesadilla que este domingo revertió su condición para transformarse en la esperanza blanquilla.
Autor de los dos goles zaragocistas contra el Espanyol, el delantero asturiano hizo de su primer partido como local en La Romareda el perfecto guión de una película palomitera de Hollywood. Noventa minutos en los que se desarrollaron todos los registros necesarios para la consecución del arquetípico taquillazo. Esto es, emotividad por el rival caído en suerte, el Espanyol donde el ariete disfrutó de sus mejores años, alegría tras el primer gol, drama en el fallo del penalti y una tensión inusitada que se resolvió en el último instante con final feliz. Bajo las órdenes de un reputado director no hubiese resultado tan auténtico.
El encuentro consagró a Luis García como referente zaragocista para la presente temporada. El de Oviedo, que ya fue capitán del cuadro perico, posee el carisma y capacidad de liderazgo suficiente para reemplazar, en lo anímico, a las importantes figuras que durante el mercado estival tuvieron que abandonar la capital aragonesa. Unas características reforzadas con el compromiso mostrado al ejecutar, sin ningún tipo de reparo, al que probablemente sea el equipo de sus amores.
Antigua pesadilla
Hasta su fichaje por la entidad presidida por Agapito Iglesias, la figura del internacional español estaba tristemente asociada al batacazo blanquillo producido en la final de Copa de 2006. Entonces, García anotó dos de los cuatro goles con los que los barceloneses arrebataron el ansiado título al conjunto zaragozano. Su imagen dando volteretas de alegría tras el 4-1 ilustraron el desasosiego existente en una escuadra que, hasta aquel momento, había rallado la excelencia a lo largo de todas las eliminatorias.
No fueron los únicos tantos que marcó al Real Zaragoza. Un año antes, con la camiseta del Mallorca, fue el artífice de la victoria por la mínima de los baleares. Finalmente, la pasada temporada, para cerrar el ciclo, participó con otra diana en el calamitoso 4-0 que los pupilos de Aguirre encajaron en el nuevo estadio de Cornellá-El Prat.
Nuevo escenario
Con tres años de contrato por delante, Luis García tiene tiempo suficiente para consolidarse como el nuevo ídolo de la parroquia zaragocista. Una afición que, en los últimos años, se ha tenido que acostumbrar al continuo ir y venir de jugadores cuya idea de futuro no siempre pasa por permanecer en la entidad.
Desde su primer día como blanquillo, cuando apareció en el campo de Villanueva para presenciar el amistoso en favor de la Federación de Peñas, García recibió el cariño de los que en otro tiempo le temían. El futbolista respondió aceptando de muy buen grado las peticiones de autógrafos y fotografías procedentes de los más pequeños. “Ya me iréis conociendo, no tengo ningún problema en asumir la responsabilidad”, dijo en su presentación. De momento, ya ha logrado una victoria en su segundo partido como titular.
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