lunes, 6 de febrero de 2012

A LA CAZA DEL MONSTRUO DE AGAPITO



EL ENGENDRO DE EQUIPO creado por el dueño no tenía arreglo antes de caer ayer. El objetivo se centra ahora en exclusiva en evitar que su criatura devore al club.

ALFONSO Hernández 06/02/2012
Para ser sinceros unos con otros y viceversa, antes del partido contra el Rayo Vallecano cualquier aliento de esperanza para que el Real Zaragoza se salvara esta temporada pasaba por afiliarse al santoral, solicitar un diluvio de milagros y que se cumplieran un buen puñado. Después de la derrota de ayer, no hay dios que evite que el conjunto aragonés se vaya a Segunda División. No hubo nada nuevo en el encuentro: jugadores víctimas de la histeria, del pánico a sus propias limitaciones, todos inmersos en una bacanal de errores conceptuales y pobreza física, y un entrenador, Manolo Jiménez, que se estigmatiza con buena fe buscando clavos para sostener la competitividad de un equipo inerme en lo deportivo y en lo psicológico.
El engendro tiene dueños y toda referencia que culpe directamente a los profesionales, muy propio en el democrático reparto de responsabilidades cuando sucede o se aproxima un hundimiento, desenfocaría la realidad. El monstruo lo ha engendrado Agapito Iglesias y si cada fin de semana su hijo bastardo es lapidado y humillado por los campos del país y en su misma casa, en su mayor parte se debe a la irresponsabilidad del propietario. En verano, como es su costumbre, construyó una plantilla sin pies ni cabeza y en invierno, para seguir con la tradición, ha puesto parches de segunda mano para frenar la hemorragia.
Descenso asumido
El descenso está asumido por la afición. Con mayor o menor resignación, con algún rebelde apostado en la azotea de las hazañas y disparando el último cartucho de legendarias reacciones, la hinchada entiende que este Real Zaragoza no está cualificado para continuar en Primera ni dispone del armamento guerrero necesario, es decir de carácter, para suplir sus voluminosas carencias de talento. La procesión que le espera de aquí al 13 de mayo, cuando acaba la Liga, va a resultar muy dolorosa, más que nada para la gente que le quiere no por lo que es, sino por lo que significa. La cofradía zaragocista se dispone a batir el récord de calvarios un partido tras otro.

Otro tipo de batallas
El conocimiento y la aceptación de una coyuntura insuperable y lo inútil de invertir fuerzas en una guerra perdida de antemano es lo que ha permitido el consenso pacífico de la gente para emprender otro tipo de batallas que le den el triunfo final que persigue: la salida de Agapito Iglesias de la gestión del club por lo civil, venta, o por lo criminal, inhabilitación. Este movimiento no se detiene frente a las ruinas económica y deportiva que ha hilado el máximo accionista precisamente amparado en un poder adquirido por dinero y, sobre todo, por la avaricia socialista que le propuso esta aventura compartida al inicio de los tiempos.
Las acciones de protesta y otras maniobras de mayor calado se suceden bajo el paraguas de la plataforma Salvemos el Real Zaragoza, organizadores de una manifestación frente al estadio en el partido ante el Getafe y de la pitada en el minuto 32, lamento sonoro que se ha instaurado. Ayer, abrieron otro frente, el de la recogida de firmas de personas descontentas. La APARZ ha llevado a la jueza que tramita el concurso de acreedores la venta de las oficinas y la red societaria desarrollada en los últimos años alrededor de la compañía y su dueño, donde detectan irregularidades.
La reunión del pasado jueves de la plataforma con el consejero de Presidencia y Justicia, Roberto Bermúdez de Castro, fue simbólica, pero el Gobierno, al menos, escuchó y simpatizó con las diferentes iniciativas que se están poniendo en marcha y también con las ejecutadas hasta la fecha. No se sabe hasta qué punto este acorralamiento será efectivo, pero mientras no se halle una muestra de ilegalidad, es la mejor forma de que el zaragocismo se haga escuchar: luchando y defendiendo su territorio sentimental y peleando, como lo está haciendo, por la supervivencia del club.
Mientras Agapito retoza con la pasividad y la indolencia a la espera de que aparezca o no un comprador, la caza a su monstruo no cesa. La batida es contra una administración indecente, contra una criatura que ha destruido el equipo y amenaza con devorar la entidad.

A la caza del monstruo de Agapito ( El Periódico de Aragón - 06/02/2012 )

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