Escribo desde el aeropuerto.
He llegado aquí a las 15h pero mi avión sale a las 18:50h. Se supone. He estado leyendo el libro que me traje de viaje, he comido una bolsa de patatas y un bocadillo, mi blackberry no tiene red y todavía me queda más de una hora de espera.
Vengo de estar dos días en Blackburn.
Me ha gustado. Aunque no sé si debería reconocerlo.
Blackburn es una ciudad fea. Tan fea que hasta sus habitantes se han contagiado: es decir, la gente de Blackburn es fea. El Blackburn Rovers no es feo, porque un equipo no puede serlo, pero son malos: malos porque descendieron el año pasado y necesitan un milagro para que en éste recuperen la categoría. Ewood Park no es bonito, porque todo lo que hay allí dista mucho del concepto que podemos tener de belleza, pero al menos tiene historia. Con las cuatro esquinas del estadio abiertas, con un riachuelo al lado de una de las gradas y con una corriente que refresca como si te hubieras metido en una nevera, lo raro es que no les hayan birlado la Premier League que ganaron a principios de los noventa, su mejor título hasta la fecha.
Fui allí lleno de valor para ver un partido de fútbol.
El partido no fue feo, porque un partido no puede ser ni feo ni guapo, pero sí puede ser una mierda. Ejemplo: un partido de mierda fue lo que vi en Anfield hace poco más de un año cuando empataron 0-0 contra el Stoke. Esta vez coincidió con que yo iba a Blackburn para que el encuentro entre el Rovers y el Leeds fuese, efectivamente, una mierda. Me volví a quedar sin goles porque, ya sabemos, los que no entran en la portería no se suman por mucho que los grite la afición, como un disparo de Rhodes que se estrelló en el lateral de la red y que lo cantó todo el estadio. También celebraron los córners porque casi no tuvieron ocasiones. Pero, como se sabe, los córners tampoco son goles. En el resumen televisivo de por la noche redujeron el partido a tres jugadas. Al menos no eran de archivo. La única prueba que quedará en el futuro para corroborar que estos 90 minutos se jugaron supongo que será el acta.
En el descanso entramos al interior del estadio para tomar algo. Ahí, al lado de la señorita que servía, había una pantalla de color azul a la que todo el mundo estaba prestando atención: eran los marcadores de la jornada. La conclusión de los resultados era que el Blackburn no marcaba y sus rivales directos por el ascenso sí lo hacían. Se iban sus ilusiones por subir. Cada semana están más lejos.
Entonces lo supe.
Fue al ver a, yo qué sé cuántos, setenta o noventa tíos mirando con preocupación una pantalla cuando me dije: partidos de mierda y equipos de mierda hay en todos sitios, como también hay ciudades feas, ciudades bonitas y países más o menos atractivos, pero si tengo que elegir entre todos ellos y sólo puedo quedarme con uno, a mí que me vuelvan a llevar a Inglaterra a ver otros noventa minutos de fútbol.
Me llaman para embarcar.
Termino.
Ahora sí que lo reconozco: me ha encantado el viaje.
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