martes, 14 de diciembre de 2010

Gracias, Agapito, por salvar al Real Zaragoza


Como de bien nacidos es ser agradecidos sería un acto de justicia y de buena voluntad que el zaragocismo en pleno --aficionados, socios, abonados o simpatizantes, todos, en definitiva-- le reconociera públicamente a Agapito Iglesias con manifestaciones de gratitud infinita el alcance de su obra, sin lugar a dudas histórica, que trascenderá esta y épocas posteriores y que solo la perspectiva que concede el paso del tiempo pondrá en su justo relieve. Agapito ha salvado al Real Zaragoza de la desaparición, de no estar enterrado en la memoria después de 78 años de existencia.
Lo deslizó él mismo ayer en el transcurso de la Junta General de Accionistas. Sin ruborizarse, que es lo peor. Por ello, y porque permitir que el Real Zaragoza continúe existiendo no es como ganar tres puntos ni un asunto menor, sino el mayor acto de responsabilidad al que jamás ha asistido la entidad, no estaría de más que a partir del próximo partido en La Romareda florecieran las pancartas de agradecimiento al presidente, que el pueblo le vitoreara a su paso, que el club empezara a fabricar merchandising con su imagen, que en facebook se crearan cientos y cientos de grupos en su apoyo y, que sin más tardar, se mandara construir un busto de material noble con su figura a la entrada del estadio para que nadie, absolutamente nadie, olvidara lo que este buen hombre hizo un día por un club que sin él ya sería historia.
Después de escuchar ayer a Agapito, hoy no puede ser más que un día feliz para el zaragocismo. Da igual que el equipo sea colista con 9 puntos de 45 posibles, que la plantilla haga aguas por todos lados, que la desesperanza se haya instalado en la afición por lo que ocurre sobre el césped, que el consejo de administración presentara un déficit de más de 31 millones de euros en el último ejercicio, que la deuda reconocida supere los 107 millones netos y que el club tenga que pagar 16 a corto plazo. Por encima de esas pequeñeces, de esas minucias, emerge la figura de un presidente magnánimo, bondadoso y altruista, gracias al cual el primer equipo de Aragón no es hoy un montón de cenizas.
Que Agapito Iglesias es la mayor amenaza que jamás se ha cernido sobre el futuro del Real Zaragoza es un sentimiento compartido, una impresión extendida, una certeza que corre como un escalofrío desde el gol norte al gol sur, desde la tribuna de preferencia a la tribuna lateral, desde Valdespartera al Actur, de Las Fuentes a las Delicias, desde Teruel al Pirineo. Y cada vez que habla la sensación de peligro, de riesgo y de miedo por el Zaragoza se acrecienta. Solo Agapito es capaz de percibir la realidad justo al revés de como es. Él cree que está salvando al club y, en realidad, lo que ha hecho es llevarlo al borde del precipicio, de ponerlo en serio riesgo de desaparición. Es para echarse a temblar.
Gracias, Agapito, por salvar al Real Zaragoza ( El Periódico de Aragón - 14/12/2010 )

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