Predecesor tempranero de eso de llevar el glamour y la fiesta padre al fútbol George Best será más recordado por sus borracheras, sus ligues y sus juergas, por encima incluso de tíos con tanta personalidad como David Beckham o Paul Gascoine (glamuroso y chuzo respectivamente, ambos de las islas británicas).
Best, nacido en Belfast, tenía curiosamente el toque de balón de las estrellas sudamericanas y un saque para la juerga que hacía justicia de sus humildísimos ancestros anglo-irlandeses.Militó en el Manchester United de 1963 a 1974 club con el que ganó dos campeonatos de liga, una copa de Europa y el Balón de oro que lo coronó como el mejor jugador de la historia del Reino Unido y que le valió el apodo de "El Quinto Beatle". En aquella época comenzó a darle al frasco y a simultanear sus brillantes actuaciones como futbolista con diferentes altercados, apariciones en la prensa rosa, novias de esas de no creérselo y se convirtió en el primer futbolista "guay" que aparecía en portadas de moda, revistas del corazón o, por ejemplo, en el mítico programa musical Top of the Pops. De aquella época se le conoce también por haberse quedado sin un duro tras invertir básicamente en coches de lujo (que acababan estrellados en cualquier carretera), mansiones que nunca acababa de decorar o mujeres y ropa a la moda. Como ejemplo valga decir que la edición inglesa de GQ lo eligió recientemente entre los 50 hombres con más clase de los últimos 50 años.
Tras abandonar la disciplina del Manchester, con la cartera rota y las piernas bastante paralizadas por la ingesta de ginebra y el consumo de estupefacientes (dicen) se largó a jugar a Sudáfrica de donde volvió sin el permiso para poder militar en clubes profesionales del continente, cosas del Apartheid, se largó a Los Angeles para jugar con los Aztecs, reverso tenebroso del Cosmos de Nueva York y necesaria comparsa de los Earthquakes de San Diego de esa liga norteamericana de fútbol de los 70 que resultó ser la vía de escape de muchas estrellas con problemas de juerguerío y cuentas corrientes exhaustas (Chinaglia, Pelé, Moore, Rowlands, Calloway, Cruyff, Neeskens...). Perdonados esos pecadillos de haber jugado al fútbol en Sudáfrica (que tenía prohibido su concurso en cualquier competición deportiva) volvió al Fulham (el club más pijo de Londres, ahora comprado por Al-Fayed) por un año para volverse después, más castigado si cabe y ya con dos divorcios en su haber a Los Ángeles.
Pero como decían en aquella serie tan mala de Antena 3, nada es para siempre y George, el chico de Belfast, volvió a las andadas europeas y se enroló en un equipo pobretón de la liga escocesa, los Hibernians, nativos de Leith y equipo preferido del escritor Irvine Welsh (autor de Trainspotting) , con ellos jugó dos temporadas y marcó 36 goles en 86 partidos. No está mal para un tipo que protagonizó dos sonadas anécdotas:
1. En un derby contra el Hearts, eternos rivales, la hinchada de dicho equipo lanzó al campo una botella medio llena de whisky para desconcentrar a la estrellona (fichada, por cierto, gracias a que los Hibs fueron el primer equipo en mostrar patrocinador en sus camisetas, la marca deportiva Bukta). George, ni corto ni perezoso, que solía jugar partidos memorables con resacas de camión, se acercó hasta la botella y le pegó un trago para dejarla luego en la banda.
2. Llegó borracho y groggy a un partido. Se quedó dormido en el banquillo y se meó encima. Salió en el segundo tiempo y marcó dos goles.
Después volvió a Jugar unos años más en Estados Unidos y Australia para retirarse definitivamente y arrastrar el culo con su chuzísima elegancia y su savoire faire de juerguista enrolado en los negocios de promoción más absurdos (desde inmobiliarias de la Costa del Sol a la caza del guiri, hasta negocios de coches de lujo) y ligándose a las tías más espectaculares del Reino Unido, algo dóblemente reseñable cuando hablamos de un país donde no hay muchas mujeres espectaculares y teniendo en cuenta que llevaba cocido en alcohol desde los años 60.
Tras el último chispazo de gloria mediática que le dió su desintoxicación, su matrimonio con una top model y alguna aparición en reality shows su hijo Calum, mucho menos divertido, se ha hecho famoso por ser un modelo del montón y trajinarse a intelectuales de la talla de Lindsay Lohan o Paris Hilton, echarlas a pelear y poner caras de pollino delante de las cámaras de los tabloides de medio mundo.
Falleció de un fallo masivo de hígado y pulmones el 25 de noviembre de 2005. Alex Ferguson, eterno manager general del Manchester United, dijo de él que había sido "simplemente único".
La ciudad de Belfast rindió un homenaje a su hijo predilecto ("Jódete, Van Morrison" que diría Top) y le puso su nombre al Aeropuerto de la ciudad.
Su filosofía de vida se traduce en esta frase:
"Gasté mucho dinero en mujeres, coches y alcohol, el resto simplemente lo despilfarré".
"Gasté mucho dinero en mujeres, coches y alcohol, el resto simplemente lo despilfarré".
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