El fracaso de otro proyecto deportivo del Real Zaragoza
No de ahora, que la situación es límite. Hace ya unas cuantas semanas que asistimos a un escenario absolutamente compatible con el despido de Manolo Jiménez. Podríamos decir que estamos ante un caso de destitución de libro. Un equipo en caída libre desde hace cuatro meses, que se precipita y termina tocando el fondo de la clasificación a mes y medio del final de la Liga, incapaz de ganarle a nadie, sin soluciones tácticas ni individuales, que bate registros históricos negativos, que no reacciona de ninguna de las maneras y al que se le agota el tiempo. Ese es hoy el Zaragoza. Es una obviedad, casi una simpleza, que el equipo necesita un estímulo externo para intentar resucitar, comprobado como está que los remedios que se han propuesto desde dentro no han provocado reacción alguna.
Que el Real Zaragoza necesita un cambio de entrenador, porque en abril otra cosa no se puede hacer, no es una ocurrencia. Es la última bala que gastar en busca de un desesperado cambio de dinámica. Lo piensan destacados responsables del club; lo piensa también un buen puñado de jugadores. En realidad lo piensa cualquiera que se pare a pensar. El equipo es ahora mismo un cadáver deportivo. Lo que necesita está perfectamente identificado. Luego, otra cosa será lo que el club, el club de Agapito Iglesias, acabe haciendo. Proceder a la ejecución de sus intenciones (echar a Jiménez) o permanecer inmóvil y seguir sin hacerlo amordazado por sus penurias: para afrontar un despido hace falta una buena bolsa de dinero para liquidar un contrato y abordar el siguiente. Todo, y este factor es crucial para entender esta inacción, en una coyuntura crítica y con los primeros pagos del concurso en julio.
En realidad, al Real Zaragoza lo que le gustaría es que fuera Jiménez el que se marchara, que dimitiera, para que la operación no tuviera costes. Suceda lo que suceda, que con Agapito de por medio lo inverosímil es posible, este nuevo proyecto deportivo ha vuelto a fracasar. Se construyó sobre un sinfín de cimientos de barro completamente temporales (el presidente, el entrenador, una estructura deportiva ficticia...), aunque nació bien intencionado y con dos pilares definidos: hacer patrimonio con fichajes sin apenas cesiones, y la españolización de la plantilla.
El tiempo ha dictado sentencia. La idea era originalmente buena, pero su desarrollo ha sido lamentable por dos razones: la pésima elección de muchos futbolistas para ese plan (con Romaric y Loovens a la cabeza) y el rendimiento posterior de la mayoría de ellos, por debajo incluso de su ya de por sí pobre nivel. Roberto, Sapunaru y Apoño ejemplifican perfectamente esta situación. De piezas principales a hombres bajo sospecha. Y les sigue el resto. Paredes, Abraham, Movilla, José Mari, Oriol, Babovic, Wílchez... En realidad casi todos.
El grupo está superado por las circunstancias, toda la plantilla está rindiendo a la vez a una altura penosa y eso no es casual, el técnico no da con la fórmula y el descenso es una amenaza. Este nuevo proyecto también ha caducado porque se erró en los nombres y estos lo han inhabilitado. Ahora solo queda lograr la permanencia por el medio que sea y, claro, empezar con otro... Otro más. Así es la vida con Agapito.
El fracaso de otro proyecto deportivo del Real Zaragoza ( El Periódico de Aragón - 24/04/2013 )
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