lunes, 4 de abril de 2011

MÁXIMO CASTIGO

El Zaragoza da la cara y mantiene el pulso al Sevilla pero suma otra derrota fuera y más urgencias
04/04/2011 S. VALERO


De sensaciones no se vive en el fútbol, donde el peso lo marcan los goles y el Zaragoza, que completó un buen partido en el Pizjuán y mantuvo el pulso hasta el final al Sevilla, se encontró con sus propias limitaciones de cara a la portería contraria y los penaltis, dos en concreto, el primero de Ponzio que no lo pareció, se encargaron de plasmar la diferencia. El Zaragoza obtuvo un castigo máximo para sus méritos, que coleccionó un buen número en el feudo sevillista, sobre todo en la segunda parte, donde dio un paso firme para sumar al menos un punto.

Ni siquiera se quedó con ese premio menor y la tabla señala las urgencias de un equipo que no cayó al descenso, del que sigue a un punto, pero que vivió una jornada casi trágica y que ve cómo se abre hueco por arriba mientras se asoma al precipicio y tiene ocho jornadas para evitar la caída, para regatear una tragedia que sería terrible. El club vive tiempos decisivos, con la posible venta de Agapito y con el equipo debatiéndose entre la permanencia y el azufre del Infierno. La cita ante el Getafe es más que vital. Una más en los últimos tiempos.

El Zaragoza se presentó en el Pizjuán con la mentalidad de que también lo era ese choque, con la idea de plantar cara a un Sevilla de no demasiado fútbol pero con una pegada a años luz de la del conjunto zaragocista. En Nervión no es fácil pescar, exige un partido serio, intenso, un buen trabajo en la presión y una dosis de fortuna arriba. Casi todo lo tuvo el equipo de Aguirre ayer, que llegó con opciones hasta la prolongación y que sufrió un penalti de Ponzio a Cáceres que no debió pitarse y que desniveló el tanto del empate marcado por el omnipresente Jarosik. Ahí, en la orilla, otra pena máxima de Da Silva a Negredo --ésta justa-- le dio la estocada definitiva. Sí, en el fútbol mandan los goles y las sensaciones son un triste consuelo.

La duda es por qué la imagen, la mayor ambición, no la dio el Zaragoza en Gijón, Mallorca o Alicante, ante enemigos más pequeños. Otro gallo cantaría en la clasificación... Y es que el conjunto aragonés, con N´Daw en el medio para intentar dar más músculo, aunque el senegalés aporta poco más que eso, salió serio y se repuso pronto al susto inicial de Navas. Con una buena presión y con Ponzio tapando a Kanouté, el faro sevillista en ataque, el Zaragoza le planteó el pulso a su rival y le avisó que iba a tener que sufrir. Perotti halló una vía por la banda de Diogo y Negredo empezó a darle trabajo a Jarosik. Un disparo del ariete que rechazó Leo Franco y un clamoroso fallo tras un córner que peinó Cáceres fueron las mejores ocasiones locales, pero el Pizjuán no lo veía claro. Y es que el Zaragoza no perdía tan rápido el balón como en otros partidos y maniataba la salida sevillista con cierto tino. Ander y Uche intentaron probar sin acierto a Varas y, antes del descanso, el Sevilla se encontró con un gol de Perotti, a centro de Navas y con Diogo ensimismado.


MÁS AMBICIÓN Aguirre fue valiente en la segunda parte. La salida de Braulio por N´Daw para jugar con dos arietes supuso un claro paso adelante, marcado aún más por el gol de Jarosik, en una falta botada por Gabi. El checo, que lleva tres tantos en cinco partidos, fue el arma más peligrosa en ataque del Zaragoza. El empate trajo dudas al Sevilla, pero con diez en el campo por la lesión de Contini, que no pudo seguir para que saliera Da Silva, esas interrogantes las solucionó Iglesias Villanueva al ver penalti en una jugada donde Ponzio no parece tocar a Cáceres. Kanouté lo transformó.

No bajó los brazos el Zaragoza. Al contrario. Con un claro y decidido 4-4-2, mejoró su fútbol, redobló la presión y el Sevilla empezó a desear que el partido terminara. Los recogepelotas, tan bien adiestrados para perder tiempo, dieron buena fe de ello. Braulio aportó movilidad mientras Uche se apagaba, pero creció Gabi y Bertolo comenzó a aparecer. El argentino, tras pared con Brau, mandó al limbo la mejor ocasión. El conjunto andaluz se topó con Leo Franco y Jorge López, a tiros de Perotti y Fazio, y no sentenció para que el Zaragoza siguiera vivo hasta el final, aunque el partido, abierto en gran parte de la segunda mitad, comenzó a morir poco a poco. Negredo lo terminó por aniquilar tras el penalti de Da Silva para que la pena fuera máxima para un Zaragoza aceptable, castigado... y acuciado.

Máximo castigo ( El Periódico de Aragón - 04/04/2011 )

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