martes, 12 de abril de 2011
FACTURA PARA TORRES
CHEMA R. BRAVO. Zaragoza
La Romareda empujó a su equipo en los momentos críticos, sufrió la victoria, pero sobre todo se acordó del inoportuno protagonista del partido: Ángel Torres. Una ola de pitos le acompañó en la noche.
Él creó la ola y la ola le pasó por encima. Indignación, ira huracanada, protagonismo en los sonetos de la grada, pulgares hacia abajo y algún que otro pañuelo, usado y sin usar. Todo eso cayó sobre la figura trajeada y seria de Ángel Torres, presidente de Getafe e inspirador de una semana de convulsiones y denuncias en el contexto del partido. Pocas veces y en pocos palcos le habrá apretado tanto la corbata al señor Torres. La Romareda lo recibió con dureza y cólera tras reclamar en los tribunales el descenso del Real Zaragoza en los despachos y la inhabilitación de Uche, futbolista al que quería amputar las piernas a través de la LFP y privarle de su ejercicio profesional. Este fue el caldo de cultivo del partido y la afición zaragocista tomó varias cucharadas de él. Así acudió a La Romareda: con un mensaje para Torres en la bolsa del bocadillo.
Para entonces, cuando los pitos, Ángel Torres ya había cumplido su decisión de no acudir a la comida oficial previa al partido entre las dirigencias de los clubes. Torres desestimó así el puente que le tendió Agapito Iglesias para descomprimir las tensiones de la pasada semana y tratar de encontrar soluciones. El presidente del Getafe mandó a una buena parte de su directiva al almuerzo y él se desplazó en automóvil desde Madrid a La Romareda.
Entró al estadio, pisó el palco a falta de tres minutos para que arrancara el partido y La Romareda se encendió como solo se enciende para cantarle y censurar a Agapito Iglesias y algunos de sus lugartenientes. Tampoco el dueño del Zaragoza se libró ayer de algún cántico y de alguna pancarta. Hasta el modelo de Liga tuvo su repulsa, con una lona desplegada por el grupo Leyales: «El fútbol es de la afición, no de la televisión». La afición del Zaragoza escupió fuego hacia Torres al comienzo y en el eco de sus goles. Entre Agapito y el presidente del Getafe, reinó el más estricto protocolo. Apenas se miraron. El saludo, gélido. El trato, mínimo. Las palabras, casi nulas. Era evidente la brecha creada por Torres.
En cierto modo, el presidente del Getafe adquirió toda la relevancia que él mismo se solicitó con los sucesos de la semana pasada. Lo pagó su equipo. Un Getafe que cae imparable hacia el abismo, víctima de un Zaragoza multiplicado en cada rincón del campo y de la grada. La Romareda, durante el baile de pelotas del final y el alargue del árbitro, silbó como nunca. Nadó con sus futbolistas. Ovacionó con sentido de épica a Ponzio, cuyo martillo acertó con la portería, y rodeó de algunos pitos la salida de Jorge López.
La victoria la relamía Agapito mientras Ángel Torres se mantenía atornillado a su sillón. Quizá Torres se llevó alguna certeza de vuelta a Getafe. Quizá comprobara que en Zaragoza se denuncia tanto a Agapito como lo ha hecho él. Pero también que La Romareda no es el Coliseum Alfonso Pérez. En su estadio, el Zaragoza tiene alimento y oxígeno en periodos de guerra. La Romareda juega. Y reflexiona. Ayer juzgó a Torres y le pasó la factura. Faltó la firma de Uche. Pero esta factura no es necesaria pagarla.
www.heraldo.es/noticias/463dc_factura_para_torres.html
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