ALFONSO HERNÁNDEZ 17/05/2012
Nadie cree en la palabra de Agapito Iglesias. 24.000 firmas depositadas en la DGA, se sobreentiende que la mayoría zaragocistas, así lo atestiguan. La cantidad de quejas con rúbrica, sumadas a la animadversión justificada del grueso de la afición, solicita la intermediación gubernamental para facilitar la salida del club del empresario. La labor de la Plataforma Salvemos el Real Zaragoza resulta emocionante por sus valores altruistas, por el esfuerzo personal que están invirtiendo y por su incombustible insistencia en la defensa del club, pero será improbable que la caballería política acuda en su apoyo.
Manolo Jiménez, sin embargo, ha percibido algo de vida en ese planeta inhóspito con sus compungidos y despreciados habitantes y poblado de cráteres embusteros. Si nada cambia en las próximas horas, el técnico firmará por una o dos temporadas, continuidad que se ha ganado a pulso por su excelente trabajo de mentalista, una ampliación que le viene de perlas al máximo accionista para dilatar un año más su gran mentira.
Jiménez ha presentado su proyecto, coherente en las formas pero no del todo en el tiempo porque toda revolución que pretenda asentarse con firmeza necesita muchas más fechas en el calendario que un par de cursos. En realidad, su hoja de ruta, a la que Agapito añadiría en la negociación la compra de la estatua de la Libertad si fuera necesario para satisfacer al entrenador, contiene principios básicos, solicitudes que otros preparadores hicieron sin ningún éxito antes a su paso por La Romareda.
Solidez en la estructura deportiva, equipo competitivo, modernidad, decisiones consensuadas y en absoluto unilaterales, promoción y desarrollo de la cantera... Evidentemente, Jiménez procede de otro mundo, de un Sevilla que toma como referencia pero que se halla a años luz de este espejismo. El técnico tuvo fe en sí mismo para salvar a equipo y ahora ratifica esa seguridad en sus principios y, aquí se equivoca, en la libertad de acción que supone que el dueño va a concederle.
El Real Zaragoza de Agapito Iglesias es un planeta sin vida. Que Jiménez siga al frente del banquillo le da un toque muy humano y profesional, pero su luz sensata y de miras realistas no tardará en ser eclipsada por un personaje que se refleja en su personalidad como el Rey Sol.
No hay vida en el 'planeta Agapito' ( El Periódico de Aragón - 17/05/2012 )
Nadie cree en la palabra de Agapito Iglesias. 24.000 firmas depositadas en la DGA, se sobreentiende que la mayoría zaragocistas, así lo atestiguan. La cantidad de quejas con rúbrica, sumadas a la animadversión justificada del grueso de la afición, solicita la intermediación gubernamental para facilitar la salida del club del empresario. La labor de la Plataforma Salvemos el Real Zaragoza resulta emocionante por sus valores altruistas, por el esfuerzo personal que están invirtiendo y por su incombustible insistencia en la defensa del club, pero será improbable que la caballería política acuda en su apoyo.
Manolo Jiménez, sin embargo, ha percibido algo de vida en ese planeta inhóspito con sus compungidos y despreciados habitantes y poblado de cráteres embusteros. Si nada cambia en las próximas horas, el técnico firmará por una o dos temporadas, continuidad que se ha ganado a pulso por su excelente trabajo de mentalista, una ampliación que le viene de perlas al máximo accionista para dilatar un año más su gran mentira.
Jiménez ha presentado su proyecto, coherente en las formas pero no del todo en el tiempo porque toda revolución que pretenda asentarse con firmeza necesita muchas más fechas en el calendario que un par de cursos. En realidad, su hoja de ruta, a la que Agapito añadiría en la negociación la compra de la estatua de la Libertad si fuera necesario para satisfacer al entrenador, contiene principios básicos, solicitudes que otros preparadores hicieron sin ningún éxito antes a su paso por La Romareda.
Solidez en la estructura deportiva, equipo competitivo, modernidad, decisiones consensuadas y en absoluto unilaterales, promoción y desarrollo de la cantera... Evidentemente, Jiménez procede de otro mundo, de un Sevilla que toma como referencia pero que se halla a años luz de este espejismo. El técnico tuvo fe en sí mismo para salvar a equipo y ahora ratifica esa seguridad en sus principios y, aquí se equivoca, en la libertad de acción que supone que el dueño va a concederle.
El Real Zaragoza de Agapito Iglesias es un planeta sin vida. Que Jiménez siga al frente del banquillo le da un toque muy humano y profesional, pero su luz sensata y de miras realistas no tardará en ser eclipsada por un personaje que se refleja en su personalidad como el Rey Sol.
No hay vida en el 'planeta Agapito' ( El Periódico de Aragón - 17/05/2012 )
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