El `show de Agapito´
24/12/2009 ALFONSO HERNÁNDEZ
¿Cuánto pagarían las cadenas de televisión punteras por programar esta Nochebuena el `show de Agapito´, un surrealismo de presunta intención cómica inalcanzable incluso para los Monty Python? Posiblemente el empresario ingresaría una cantidad suficiente como para liquidar la deuda del club, construir un campo de su bolsillo que bautizaría como el `Agapito Arena´ y aún le quedaría calderilla para ofrecer un contrato vitalicio a Pep Guardiola. Este bufón y sus secuaces solo tienen un gag desagradable, pero en estos tiempos donde prima en los medios el fin por encima de la decencia, se ha erigido en el hazmerreír de España por encima de cualquier otra estrella del absurdo y de los cazadores de audiencia a cualquier precio. Su `gracia´ es simple y primitiva, y se resume en aparecer sobre el escenario con una piqueta frente al escudo del Real Zaragoza y destruirlo con tal brutalidad que resulta difícil saber hasta qué punto está interpretando o lo hace por puro placer. La cuestión es que su éxito es incuestionable. En breve tendrá su `prime time´ como Jesús Gil tuvo el suyo en aquel repugnante jacuzzi.
Ya no es que moleste. Ahora duele y avergüenza. Cuando todo estaba prácticamente cerrado con Víctor Muñoz, el entrenador más cualificado en estos momentos para reflotar un equipo en el desguace, la operación se rompe. Repasando el historial de las partes implicadas en la negociación y su nivel de credibilidad, no hay la menor duda de que Agapito había incluido algunas zancadillas en la letra pequeña del contrato acordado a falta de las firmas. Víctor no ha aceptado y de la página web del club cuelga una información que sonroja, explicando que los argumentos de José Aurelio Gay son los que más han convencido a la directiva para entregarle las riendas del vestuario. Insuperable por demencial. Hasta la manipulación exige un protocolo de cierta y cínica elegancia.
El Real Zaragoza es ahora mismo un equipo de Segunda División por clasificación y por la categoría de sus directivos y de un consejo de administración con el culo al aire, ya que gran parte había apostado ciegamente por un Víctor Muñoz muy incómodo --sobre todo por su continuidad en el caso de haberse logrado la salvación con él-- para el cuerpo técnico que lidera Gerhard Poschner. La única salida digna que le queda al consejo es dimitir porque cuanto más tiempo permanezca junto al dueño del cortijo, mayor será la sensación de servidumbre que emitirá para la afición.
Si esta noche, que de buena tiene muy poco para el club, aparecen en su televisor de plasma Agapito con casco y pico y Bandrés con una carretilla, ya sabe lo que le espera: el mayor show destructivo que ha vivido el zaragocismo. Se reirán ellos y sus representantes del Pignatelli, porque a nosotros nos nos hace ni puta gracia.
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