extraído del blog del heraldo Tinta de Hemeroteca http://blogs.heraldo.es/tinta/?p=74
Artículo para gente que no se avergüenza de su historia.
Quince años preso en las cárceles soviéticas
Los lectores que sigan el blog ya habrán comprobado que evito deliberadamente temas, informaciones y reportajes relacionados con la guerra civil y la inmediata posguerra. Es así por un doble motivo. En primer lugar, casi todos los textos estaban mediatizados por la realidad política del momento, y en ellos a menudo había más propaganda que periodismo. Y, en segundo lugar, aunque muchos no carecen de interés leídos con la suficiente distancia, acabarían generando debates y polémicas cuyo foro más adecuado no es éste. En cualquier caso, iré sacando textos que sirvan para retratar una época, como este asesinato tremebundo, que hoy ocuparía los medios de comunicación durante días y días y que la censura de la época casi silenció; o personajes en los que la peripecia individual se elevó al menos unos centímetros por encima de la colectiva. Este es el caso de hoy, de Antonio Cavero Villanúa, que en los primeros días de 1956 fuer el hombre más famoso de España. Arriba pueden verle a su llegada, llevado a hombros por otros excombatientes de la División Azul. Así se contaba su historia:
Las agencias informativas nos han trasmitido esta semana la noticia del regreso a su patria del prisionero de los rusos durante quince años Antonio Cavero Villanúa. Después del recibimiento triunfal que se le ha hecho en Madrid y del que participó, como ya se ha dicho, el propio ministro del Ejército, Cavero ha sido interrogado por los periodistas, y algunos de sus relatos merecen ser recogidos aquí, porque Antonio Cavero Villanúa es aragonés. Nació en Sádaba, donde viven sus padres, y a pesar de los años que lleva expatriado, aún conserva su acento baturro. El sargento Cavero tiene en la actualidad cuarenta y tres años. Salió de Madrid, con 250 españoles más, el día 17 de marzo de 1942, para incorporarse a la División Azul. Fue hecho prisionero en Rusia, con otro grupo de españoles, el 11 de febrero de 1943, en el sector de Leningrado.Cuenta el repatriado que le llevaron a un bunker, un refugio bajo tierra, y allí le desnudaron para apoderarse de cuanto llevaba. Les pusieron ropas de prisioneros y les llevaron a Leningrado. Después fueron internados al campo de concentración núm. 158 en Bologda. Allí estuvieron mucho tiempo, recibiendo un trato infrahumano, sometidos a trabajos forzados y con escasos alimentos.Fue compañero del capitán Palacios, hoy comandante, y de otros divisionarios que vinieron a España en 1954. De Bologda lo trasladaron, en 1947, a Odesa, anunciándole que le iban a repatriar. En vista de que aquello no fue más que un engaño, declaró con otros españoles la huelga del hambre, que es lo que más exasperaba a los rusos. Tres días estuvieron sin probar bocado; pero los rusos no cedieron y les hicieron trabajar en las fábricas, sin jornal alguno.En 1948 ingresó en un hospital porque ya no podía ni tenerse en pie. Pesaba 47 kilos. Después de dos meses hospitalizado, logró reponerse y volvió a trabajar a las fábricas. De Odesa fue a Cherepovets, donde trabajó en obras de construcción hasta 1949, en que fue trasladado a Vorovichy para trabajar en las minas. “Trabajábamos -dice Cavero- con agua hasta medio cuerpo; era una tarea brutal, inhumana. A los tres días me negué a seguir trabajando e inicié una nueva huelga de hambre. Y entonces me recluyeron en una cárcel por rebelde”.
Esto le privó de regresar con sus compañeros en marzo de 1954. Después de una larga estancia en las prisiones soviéticas, se inició el proceso.-Me acusaban -dice- de haber dado muerte a un ruso. Sí, de un ruso… cuando estaba en las trincheras españolas. No maté sólo un ruso combatiendo, maté cuantos pude, como es lógico. El juicio comenzó el 22 de febrero de 1950, y me condenaron a veinticinco años de cárcel. Me condenaban como soldado, no como criminal. Así es la justicia rusa. Estando en la cárcel me enteré, el 26 de marzo de 1954, por el periódico ‘Pravda’, de que un grupo de ex prisioneros españoles regresaban a España, “por ser amnistiados por el Soviet Supremo”. ¿A qué decirle la pena que sentí? Fueron quizá los momentos más amargos y tristes de mi vida. Perdí toda esperanza de regreso. Por todos los medios imaginables pretendí enviar noticias de que vivía a mis padres, y algunas de ellas llegaron a España. Luego me trasladaron el año 1951 a un campo de concentración de los Urales, y estando allí, el 14 de septiembre de 1954, me comunicaron que el Soviet Supremo me había indultado. No lo creí. Yo era el único español en el campo de concentración de Riefda; el resto eran todos alemanes. ¿Cómo iban a indultarme a mi solo, siendo un condenado por un tribunal? Aquello era absurdo.Cavero no lo pudo creer hasta que se vio en manos de la Cruz Roja francesa, camino de Berlín. Antonio Cavero termina así su relato ante los periodistas:-De Riefda me trasladaron a Moscú el 2 de diciembre del año pasado, y allí estuve en otro campo de concentración, esperando ser puesto en libertad. Como ésta tardaba, inicié otra huelga de hambre de cinco días de duración. Vino un alto personaje de Moscú a decirme que si tardaban en ponerme en libertad era debido a ciertos requisitos de la Cruz Roja Francesa. No lo creí. Por fin, el 5 de enero de este año, con otros prisioneros alemanes, salí en el expreso Moscú-Berlín; de aquí vine en avión a París, luego en tren hasta Bayona. Después, en coche a Irún… España, mis padres que me esperaban en Carcastillo (Navarra); mi pueblo, que me recibe entusiasmado; el Te Déum ante el Cristo de Sábada, y ahora Madrid. Demasiadas emociones seguidas.
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