lunes, 8 de febrero de 2010

AIRE NUEVO Y TRIUNFO PARA CREER

PACO GIMÉNEZ. Zaragoza
Miedos, incertidumbre, esperanza, pasión, emoción, nervios, sufrimiento y, al final, una alegría inmensa. Ese fue el discurrir de los sentimientos de la mayor parte de los zaragocistas que ayer vivieron el segundo triunfo consecutivo del Real Zaragoza en esta segunda vuelta. Una victoria que saca al equipo de los puestos de descenso y que, junto a la de Tenerife, apuntala el convencimiento de que esta tremenda revolución -tan difícil de casar- que han llevado a cabo los dirigentes blanquillos en el mercado de enero, puede tener un final feliz en mayo.

El de ayer fue un éxito a compartir con el Sevilla. Por un lado ganó la bravura de un Zaragoza con más ganas que fútbol. Y por otro, cedió buena parte del combate un Sevilla autocastrado por su entrenador, con una alineación impropia de un equipo que aspira a ganarse el pase a la 'Champions League' de forma directa quedando tercero en la Liga. En el imaginario brindis victorioso del Zaragoza al final del partido, seguro que hubo dos vivas. Uno para la reacción moral del equipo aragonés en los dos últimos choques. Y, otro, para la Copa del Rey. Porque esa competición, en la que el Sevilla se juegan el pase a la final pasado mañana en Getafe, fue la que condicionó el debilitamiento voluntario de su once por parte de su responsable técnico.

Cuando se conocieron las alineaciones oficiales, los dos entrenadores merecieron epítetos variados según fuera el criterio del espectador. Para muchos blanquillos, Manolo Jiménez fue un amigo. Y, para otros, Gay, un tipo ansioso que sigue buscando su estrella errante tras el aluvión de refuerzos que ha recibido en 20 días.

Resulta que el Sevilla, además de sus múltiples e importantes bajas por distintas lesiones y de haber dejado en casa el sábado a los tocados Luis Fabiano y Romaric, armó un once inicial sin Jesús Navas, ni Zokora, ni Fernando Navarro, ni Perotti, ni Renato... Ver en el equipo sevillista a los filiales Cala y José Carlos, junto a los suplentes habituales Lolo, Duscher o Capel indicaba los puntos de Zaragoza no eran tratados por Jiménez como los de otros días. Y, enfrente, Gay dejaba en banquillo a Pennant y Ander Herrera para meter en el bloque base a Gabi y Arizmendi, éste volcado en una banda de forma sorprendente y extravagante.

Con esta carta de menú totalmente alterada desde el inicio, los caminos por los que podía discurrir el duelo eran inescrutables. Toda una incógnita como consecuencia de tanta excentricidad. Inequívocamente, el resultado final, que es lo que siempre cuenta en el fútbol, dijo que los inventos de Gay terminaron siendo útiles y que la apuesta de Jiménez por un 'Sevilla C' -lo de ayer no era ni B- fue una ruina para sus intereses (bendita ruina, decimos por aquí).

Y, aunque los primeros tres amagos de gol los hizo el Sevilla en el primer cuarto de hora, fue el Zaragoza el dueño y señor del balón durante toda la primera parte y quien más méritos hizo para poner el tanteador a su favor. Es cierto que, de entrada, Negredo tuvo dos opciones magníficas que le sacaron, primero Ander Herrera bajo palos -tras un córner-, y después Carrizo en una salida decidida. Verdad es que Cala cabeceó una falta rozando el poste a continución. Pero fue una imagen engañosa de lo que sería la primera mitad.

El Sevilla llegaba con mayor clarividencia gracias, sobre todo, a balones parados. Con la pelota en juego, los andaluces no tuvieron ayer opciones. Duscher y Lolo conformaron un medio campo mediocre, sin creatividad, sin consistencia, amorfo. En este sentido, a Gay le vino bien la temprana lesión de Paredes. Lo suplió con el joven Herrera -ayer suplente sorpresa- para poner a éste como pivote junto a Gabi y devolver a Ponzio al lateral zurdo de la zaga. Simplemente con el empuje de Gabi y las poquitas gotas de combinación que destiló Ander, en una nueva tarde gris del canterano, le bastó al Zaragoza para quitarle el balón a un indolente y ramplón Sevilla.

El partido comenzó para los zaragocistas en el minuto 16. Dos clamorosas ocasiones de Colunga, erradas consecutivamente por el asturiano de forma increíble con toda la portería a su favor, dieron la señal de 'al abordaje' del Real Zaragoza sobre el área de Palop. En una, se durmió con el portero superado y llegó Cala desde atrás para abortar su golpeo final. Y en la otra, tras regatear en carrera al arquero, chutó alto a puerta vacía, quizá por un bote maligno del balón que no resta pena al delito. Arizmendi avisó de nuevo antes del primer gol, que llevó la firma de Contini después de una larga melé en el área andaluza a la salida de un saque de esquina.

La justicia de ese 1-0 se encargó de torpedearla Carrizó en solo tres minutos. Un balón colgado al área (es una caja de sorpresas el argentino en estos menesteres), una salida a por uvas, Cala que remata al larguero y Kanouté que fusila a placer. Vuelta a empezar por un error propio de difícil perdón.
Pero ayer, como el otro día en Tenerife, se vio que la suerte le ha cambiado al Real Zaragoza. Lo que antes salía siempre mal, ahora, a veces, fluye de cara. A cinco minutos del descanso, Negredo, ese ariete al que se dio por fichado en el club este verano y que, al final, dio marcha atrás para irse junto a la Giralda, acabó marcando un gol para beneficio zaragocista. Y totalmente gratis. Eliseu sacó una falta lateral muy cerrada, con intención, y Negredo, en pelea aérea con Jarosik en el primer palo, se la colocó a su colega Palop en toda la escuadra. Era el 2-1 y, de nuevo, lo justo se reflejaba en el marcador.

Tras el intermedio, el desbarajuste del Sevilla se hizo caos. Jiménez intentó deshacer su galimatías inicial y fue sacando al campo a Perotti, Navas y Renato para ir en busca de un partido que nunca llevó su remite. El Zaragoza aguantó sin problemas e, incluso, contragolpeó con opciones de haber abierto más brecha, pero Herrera falló dos goles (el segundo, de cabeza, clamoroso) y el 2-1 no se movió. Entre la impotencia sevillana y la ansiedad zaragocista, el duelo acabó entre tarjetas rojas, tanganas, broncas desde la grada y fútbol sin sustancia. Ganó quien más expuso. Y quien más lo necesita.


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