miércoles, 3 de febrero de 2010

LOS ÚNICOS QUE SABEN

03/02/2010 ALFONSO HERNÁNDEZ

Algunas frases cortas son auténticas por imperecedera su verdad. Tengan autor o provengan del anonimato, nazcan en un graffiti al final del callejón canalla o en la boca letrada del novelista, acuden en ocasiones como un golpe seco y rotundo sobre la mesa. Advierten, avisan, ruegan, aconsejan. Una de ellas se distingue durante estos días nublados y fríos junto al escudo del Real Zaragoza, y dice: "Uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde". No es fácil querer a un equipo insensible de fútbol, rácano de juego, irreconocible para su familia, que en verano acabó deprimida por la infertilidad premeditada de la directiva en la mejor época para fichar y en invierno se ha encontrado en la cuna con siete hijos adoptivos que no sabe muy bien todavía si vinieron con cariño debajo del brazo o son el fruto de la semilla del diablo. Según cómo se expresa Poschner en la entrevista, la gente debería besarle el anillo al verlo pasar. Dinero no hay, pero descaro sobra.
Por encima de todos esos obstáculos y dudas, por muy insuperables que parezcan, y de personajes que ya han quedado en tan mal lugar que es imposible respetarles profesionalmente, está el club, coronado no sólo por su longeva historia y sus títulos, sino por la nieve eterna de los sentimientos, un inexplicable torbellino de emociones heredadas y propias. Es la hora de escalar de nuevo hasta esa cima a la que solo pueden acceder los zaragocistas de corazón, por muy exprimido que lo tengan esta temporada, para pedirles que transmitan como nunca su ilusión en cuanto se abran las puertas de La Romareda o haya que coger un autobús o un tren para viajar hacia tierra hostil. No le agota al aficionado esta solicitud aunque le suene a música rancia porque se siente legitimado para realizar esa transfusión ya que el Real Zaragoza es sangre de su sangre (literal).

Ya de poco o nada sirve apuntar al propietario y sus secuaces ni ver extraños en el campo a quienes la camiseta les viene grande o pequeña. El club está en peligro hasta límites insospechados por mucho que se haya dicho o publicado y su superviencia jamás estuvo tan lejos de lo material ni tan cerca de la pasión. La seguidores son hoy el presidente, el cuerpo técnico, el entrenador, los jugadores e incluso la prensa simpatizante, la simpática y la crítica. Porque saben mejor que nadie lo que tienen y lo que significaría su pérdida. Porque son los únicos que lo saben.

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