viernes, 9 de abril de 2010

ANATOMIA DE UN ENFADO


Recuerdos. Es todo lo que queda de la relación de hermandad que, durante años, vivieron las aficiones de Osasuna y Real Zaragoza, un clima fraterno, de profunda amistad, que la nostalgia trae al presente y que buena parte de los seguidores de ambos equipos desearían recuperar. "Los partidos contra Osasuna eran una fiesta, gozaban de un ambiente fabuloso; sólo había guerra, y sin cuartel, sobre el terreno de juego", rememora Andoni Cedrún, ex guardameta zaragocista al que una imagen singular le viene a la memoria: "Las dos tribunas, la del Zaragoza y la de Osasuna, cantaban juntas aquello de ¡hola, Don Pepito!, ¡hola, Don José!".
La escena descrita por Cedrún data de 1984, cuando el Real Zaragoza logró el triunfo en El Sadar (0-1). "Tengo un grato recuerdo de aquel partido. Ganamos después de hacer un gran encuentro en un escenario de enorme dificultad, sobre una densa nieve. Al acabar, la afición de Osasuna reconoció nuestro mérito", recuerda.
La cordialidad venía de lejos. De hecho, uno y otro equipo fueron los encargados de inaugurar los nuevos estadios del vecino. Así, la plantilla de Osasuna fue la invitada para quitarle el lazo a los dos campos que ha tenido como sede el Real Zaragoza en su historia. Primero, el de Torrero, que los navarros inauguraron el 7 de octubre de 1923 (entonces del Iberia). Después, La Romareda, que levantó el telón con idénticos protagonistas el 8 de septiembre de 1957. El conjunto aragonés, además, fue el primero en hacer rodar el balón en El Sadar el 2 de septiembre de 1967. Ahora, sin embargo, costaría creer que los rojillos descorchasen el futuro estadio del Real Zaragoza.

Pero toda amistad debe afrontar baches. Y el que Osasuna y el Real Zaragoza encontraron a finales de los 80 parece, de momento, insuperable. El primer desencuentro se produjo el 4 de octubre de 1987. Aquel domingo, los aragoneses vencieron por la mínima (1-0) a Osasuna en La Romareda. La estampa que ofrecía la grada era la habitual, con la presencia de miles de aficionados navarros.
La cordialidad, sin embargo, quedó aparcada cuando, durante el choque, un objeto lanzado desde el graderío impactó en el meta navarro Roberto, que hubo de abandonar el partido. "No entiendo al público. No hemos hecho ningún mérito para que hayan ocurrido estos incidentes. Me han tirado botellas y botes; me di la vuelta y me pegó un bote atrás", dijo el meta al acabar el partido en unas declaraciones recogidas por HERALDO.
El incidente generó una trifulca en la grada que acabó con una intervención policial muy criticada por los pamploneses. "Quiero hablar del comportamiento de la Policía con los aficionados de Osasuna. No ha sido nada justo. Era el público del Zaragoza el que había tirado cosas a nuestro portero", comentó después el técnico rojillo Pedro Mari Zabalza.
"Ocurre muchas veces que un partido se tuerce y que las aficiones se enervan; pero no recuerdo aquel encuentro de 1987 por ser especialmente violento", recuerda Juan Señor, uno de los futbolistas presentes aquel día sobre el tapete de La Romareda. "Hubo un momento de tensión puntual que no se manejó bien; se exageró, se de dejó tomar el mando a los más radicales y no se gestionó bien, tanto en los clubes como en los medios de comunicación", apunta Félix Pérez Aguerri, veterano jugador navarro que vistió la camiseta del Real Zaragoza y la de Osasuna: "Ver el ambiente hostil que se vive ahora me duele; yo presencié la mejor época entre las dos aficiones y es una pena que no podamos disfrutar juntas de lo que más nos gusta: el fútbol".
El incidente de 1987 coincidió con la implantación en España del denominado 'movimiento ultra'. En diciembre de ese año se fundó en Pamplona el grupo Indar Gorri. Un año antes nacía en Zaragoza el Ligallo Fondo Norte. La polarización política de los dos grupos y el carácter radical que asumieron distanció dos graderíos hermanos.

Tedio de dos décadas
En los 90 se nubló el cielo en cada uno de los enfrentamientos entre los dos equipos. Los episodios violentos se sucedieron y, definitivamente, la atmósfera festiva de antaño pasó a la historia. Coincidieron, en esta etapa, los mejores años del Real Zaragoza con un largo descenso de Osasuna. Al regreso del vecino navarro a Primera, ya en la 2000-2001, los ánimos no se apaciguaron. Al contrario, la espiral hostil se prolongó, alentada por un puñado de seguidores que, en ambas aficiones, no habían conocido la otrora relación dorada.
El hartazgo popular se hizo patente en 2005, cuando los dos clubes promovieron la firma de la paz entre las dos aficiones. Osasuna realizó una ofrenda a la Virgen del Pilar, símbolo maltratado por los ultras de Pamplona; hubo reuniones al máximo nivel, con presencia de políticos, peñistas, representantes de los clubes... Todos menos los radicales. Los dos equipos saltaron al municipal juntos y se fotografiaron en hermandad. Pero los más ruidosos se encargaron de que no fructificase. "Sin Indar Gorri no había nada que hacer; no había voluntad real", explica Manuel Ceamanos, hoy presidente de la Federación de Peñas del Real Zaragoza.
Dos años después, el intento fue mucho más tímido. Las peñas blanquillas, quizá con el desengaño de 2005 todavía latente, optaron por dar marcha atrás. Y el problema sigue sin solucionarse. "El enfrentamiento real es entre cien energúmenos de uno y otro equipo, no entre el grueso de las aficiones", declara Patxi Pérez, de la Federación de Peñas de Osasuna, que espera que el capítulo final se encuentre algún día: "Podríamos volverlo a intentar; y si falla, analizarlo con detenimiento. Pero es muy difícil si nadie hace nada con los ultras". Ceamanos tampoco cierra las puertas a cerrar la enemistad: "Los clubes deberían dar el primer paso. Nostros, por supuesto, acudiremos". Volverlo a intentar es, por tanto, cuestión de voluntades.

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