El Zaragoza volvió a ofrecer una imagen vulgar y cayó con justicia ante Osasuna. El cuadro de Gay, que este miércoles recibe al Mallorca, está a seis puntos del descenso.
Nunca es buen momento para mostrar tu peor cara, para enseñar tus vergüenzas, para dar imagen de equipo vulgar y desangelado. Pero el Zaragoza se abona a blandear en los momentos más inesperados, cuando le sopla el viento de cara y parece tener una oportunidad de oro para despejar dudas de forma definitiva. Ayer, en Pamplona, volvió a flojear en una de esas citas que se perfilaban como ideales para saltar sobre la salvación.
En el Reyno de Navarra esperaba un equipo desorientado, en una irregular racha de partidos, necesitado de reconciliarse consigo mismo y con su afición.
Pero el Real Zaragoza no supo aprovechar la alternativa que se le brindaba. Cayó derrotado en un duelo en el que nunca pareció estar inmerso.
Después del traspiés, el cuadro aragonés mantiene seis puntos de ventaja con el descenso. Pero en este Campeonato de perfiles inesperados, ese colchón no garantiza la tranquilidad. No, al menos, la definitiva.
Este nuevo Real Zaragoza es capaz de mantener la tensión en los compromisos más delicados y de perderla en esas citas que parecen más al alcance. Ayer, brindó ventaja en el primer minuto y se le fundió la cabeza en la tarea de jugar cuesta arriba. Nunca dio la sensación de ser capaz de levantar el partido ante un Osasuna que afrontaba la cita en un momento delicado. El tanto de Aranda tuvo carácter definitivo, por más que el golazo de Vadocz, en el último instante, sirviera para darle forma a una victoria que nunca pareció peligrar para los navarros.
El Zaragoza se puso el traje gris, ese de Almería o el que vistió ante el Sporting en La Romareda. Pareció estar perdido en el Reyno de Navarra, sin la rasmia, la convicción y la pegada que había mostrado en otras jornadas. Se entregó a un Osasuna que quiso más y tuvo más fe en sus posibilidades de ganar.
Ofrecía el duelo de ayer la posibilidad de establecer un margen de maniobra. Más que nada porque el horizonte inmediato no es cómodo: Mallorca en casa; viaje a Bilbao el domingo -si la huelga no lo impide-; y el Madrid en La Romareda. Pero el Zaragoza no creyó que lo de ayer era una final -otra más- y se dejó pasar por encima.
La delicada situación de sus rivales directos le permite un cierto sosiego. Seis puntos con la puerta de los infiernos. Pero el peligro del Real Zaragoza en este segundo tramo de la competición ha sido confiarse, bajar la guardia, ceder en la concentración. Como ayer.
Cuando el equipo juega a tope, consciente de sus virtudes y escondiendo sus defectos, ha logrado ponerle las cosas difíciles a casi cualquier rival. Y ese es el traje que se le exige en los compromisos inmediatos: complejos, comprometidos, en los que no se le permite volver a bajar la guardia. Y en un tramo final de Liga abierto a resultados inesperados, en una batalla que el Real Zaragoza no debe hacer suya. La experiencia le pierde.
Ofrece de inmediato el calendario la posibilidad de resarcirse. El equipo de José Aurelio Gay no la puede desaprovechar: la vuelta a casa, en donde ha sido capaz de ofrecer una imagen de coherencia y solidez. En donde no ha dudado en alistarse con la convicción en la victoria al margen de la entidad del rival.
La victoria el miércoles ante el Mallorca serviría para borrar el desliz de Pamplona. Y aportar otra pizca de tranquilidad.
En el Reyno de Navarra esperaba un equipo desorientado, en una irregular racha de partidos, necesitado de reconciliarse consigo mismo y con su afición.
Pero el Real Zaragoza no supo aprovechar la alternativa que se le brindaba. Cayó derrotado en un duelo en el que nunca pareció estar inmerso.
Después del traspiés, el cuadro aragonés mantiene seis puntos de ventaja con el descenso. Pero en este Campeonato de perfiles inesperados, ese colchón no garantiza la tranquilidad. No, al menos, la definitiva.
Este nuevo Real Zaragoza es capaz de mantener la tensión en los compromisos más delicados y de perderla en esas citas que parecen más al alcance. Ayer, brindó ventaja en el primer minuto y se le fundió la cabeza en la tarea de jugar cuesta arriba. Nunca dio la sensación de ser capaz de levantar el partido ante un Osasuna que afrontaba la cita en un momento delicado. El tanto de Aranda tuvo carácter definitivo, por más que el golazo de Vadocz, en el último instante, sirviera para darle forma a una victoria que nunca pareció peligrar para los navarros.
El Zaragoza se puso el traje gris, ese de Almería o el que vistió ante el Sporting en La Romareda. Pareció estar perdido en el Reyno de Navarra, sin la rasmia, la convicción y la pegada que había mostrado en otras jornadas. Se entregó a un Osasuna que quiso más y tuvo más fe en sus posibilidades de ganar.
Ofrecía el duelo de ayer la posibilidad de establecer un margen de maniobra. Más que nada porque el horizonte inmediato no es cómodo: Mallorca en casa; viaje a Bilbao el domingo -si la huelga no lo impide-; y el Madrid en La Romareda. Pero el Zaragoza no creyó que lo de ayer era una final -otra más- y se dejó pasar por encima.
La delicada situación de sus rivales directos le permite un cierto sosiego. Seis puntos con la puerta de los infiernos. Pero el peligro del Real Zaragoza en este segundo tramo de la competición ha sido confiarse, bajar la guardia, ceder en la concentración. Como ayer.
Cuando el equipo juega a tope, consciente de sus virtudes y escondiendo sus defectos, ha logrado ponerle las cosas difíciles a casi cualquier rival. Y ese es el traje que se le exige en los compromisos inmediatos: complejos, comprometidos, en los que no se le permite volver a bajar la guardia. Y en un tramo final de Liga abierto a resultados inesperados, en una batalla que el Real Zaragoza no debe hacer suya. La experiencia le pierde.
Ofrece de inmediato el calendario la posibilidad de resarcirse. El equipo de José Aurelio Gay no la puede desaprovechar: la vuelta a casa, en donde ha sido capaz de ofrecer una imagen de coherencia y solidez. En donde no ha dudado en alistarse con la convicción en la victoria al margen de la entidad del rival.
La victoria el miércoles ante el Mallorca serviría para borrar el desliz de Pamplona. Y aportar otra pizca de tranquilidad.
extraido de http://www.heraldo.es/
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