El fútbol dejó de ser un deporte para degenerar en un lucrativo negocio. Esa cantinela, más o menos fundada, viene escuchándose desde que los clubes se convirtieran en sociedades anónimas y los hinchas quedaran desprotegidos ante las decisiones de los nuevos propietarios y, sobre todo, ante su ansia de ver satisfecha la vanidad por el reconocimiento social que implica el cargo.Los aficionados asumen esa nueva realidad porque la pelota no se detiene y porque la pertenencia a unos colores es un sentimiento tan íntimo, tan arraigado desde el territorio mágico de la infancia, que las opas de acciones no van a cambiar nada. Además, siempre se está a tiempo de despachar al mandamás de turno con un coro enojado de miles de gargantas. Sin embargo, incluso en esos casos de sublevación, el dominio accionarial sigue siendo el mismo. Nada altera la paz de un cementerio.Pero hay quien no se resigna. Los aficionados del Manchester United son un bello ejemplo. El club de Old Trafford fue comprado por 800 millones de libras en el año 2005 por el magnate norteamericano Malcolm Glazer, descendiente de una familia de inmigrantes judíos lituanos que logró cumplir el sueño americano. Desde su llegada, los hinchas desconfiaron de las intenciones de Glazer y mostraron con manifestaciones su oposición. Un grupo de aficionados se movilizó y decidió fundar un nuevo club: el FC United of Manchester, que representaría la esencia originaria de una entidad que sobrepasa los 130 años de historia. El FCUM es un equipo de espíritu amateur, que juega en Gigg Lane, un pequeño campo de las afueras de Manchester y que, por principios, no incluye ningún patrocinador en su equipación, con camiseta roja, pantalón blanco y medias negras como el Manchester United. La junta directiva es elegida de manera democrática, los socios sólo deben pagar por el abono anual 10 libras y no se comercializan productos porque es una entidad sin ánimo de lucro. Sólo fútbol. La verdadera fuerza del FCUM reside en el apoyo de su hinchada, con una media de asistencia de 2.500 espectadores que se hacen llamar los «red rebels» (rebeldes rojos) en contraposición a los «red devils» (diablos rojos, apodo del gran United). Por el efecto contagio de Internet, cuenta con seguidores en Nueva Zelanda, Francia, Polonia y Estados Unidos. Esa es la clave por la que el FCUM, partiendo desde la categoría más baja del fútbol inglés, ascendió tres divisiones en sus primeros tres años de existencia. Si el Manchester United tuvo entre sus grandes ídolos a George Best, la estrella del FCUM fue el delantero Rory Patterson, nordirlandés como Best y autor de 84 goles en 106 partidos que le han valido para dar el salto a la primera división del campeonato de Irlanda del Norte y a debutar con su selección. La racha del FCUM se frenó la temporada pasada, en la que quedaron sextos en la Premier Division de la Liga Norte. A estos rebeldes les quedan seis divisiones más para poder enfrentarse, algún día, al Manchester United.Este fenómeno, en ningún caso, se debe interpretar como una traición. Los seguidores del FCUM siguen yendo a Old Trafford (Ken Loach lo retrata de manera muy divertida en una de las escenas de la película «Buscando a Eric») y no han dejado de cantar los goles de Rooney, Giggs y compañía. Porque, como dijo Nick Hornby, se puede cambiar de trabajo, de pareja o de país, pero nunca de equipo de fútbol. Eso sí, los «red rebels» se niegan a comprar productos oficiales. Las bufandas que causan furor en los últimos meses en Old Trafford no tienen licencia oficial, son amarillas y verdes, y desentonan con el predominante color rojo del resto de la grada. El amarillo y el verde eran los colores de la camiseta del Newton Heath FC, un club integrado por trabajadores ferroviarios que fue el germen fundacional en el siglo XIX del posterior Manchester United. Es la manera, apelando a la memoria y la historia, con la que los aficionados piden a la familia Glazer que abandone de inmediato el club. En las últimas fechas se ha sabido que la deuda de la entidad, que genera 327 millones de ingresos al año, ronda los 800 millones de libras. La explicación es sencilla. Los Glazer compraron el United con créditos bancarios que no han podido devolver y que han pasado a engrosar la deuda de la sociedad. Las sospechas de los aficionados en 2005 se han visto confirmadas.El caso del FC United of Manchester y las protestas aireando bufandas verde-amarillas ha sensibilizado a un grupo adinerado de aficionados del Manchester United, con inversiones en la City londinense y que se hacen llamar los «Red Knights» (Caballeros rojos). Este colectivo ha anunciado que quiere comprar el club y poner a los socios en el «centro» de la gestión. Al estilo del FCUM. Los Glazer han anunciado que el United, tasado por la revista Forbes en 1.870 millones de dólares, no está en venta. La batalla seguirá y los hinchas confían en ganar este partido. El United siempre se ha levantado, como cuando Old Trafford fue destruido en la segunda guerra mundial, cuando el accidente aéreo de Múnich en 1958 acabó con los «Busby Babes», cuando el equipo descendió en 1974 o cuando soportó una sequía de 26 años antes de volver a ganar la liga en 1993. Al lado de esas hazañas, Glazer no es más que un resfriado. Pase lo que pase, los «supporters» del United han mostrado a los hinchas del resto del mundo que es posible creer en las utopías y demostrar que, con independencia del negocio y las grandes fortunas, el fútbol continúa siendo un deporte que les pertenece.
No hay comentarios:
Publicar un comentario