miércoles, 26 de mayo de 2010

El nuevo discurso de Agapito y los hechos pendientes

Ha dicho tantas cosas que no ha hecho que ya no le juzgarán sus palabras. Lo juzgarán sus hechos


Justo cuando se cumplen cuatro años de su ostentosa aparición en la escena pública como nuevo propietario del Real Zaragoza, obligado por una situación económica de extrema gravedad, que asfixia el presente de la entidad y condiciona irremediablemente su futuro, y seguramente porque no le ha quedado más remedio que hacerlo, Agapito Iglesias escenificó ayer ante los accionistas minoritarios el giro total, absoluto, el cambio de dirección de 180 grados de una política errática, repleta de promesas incumplidas, de grandilocuencia vacía, de errores continuados y reincidentes que le han llevado donde ahora está: a la obligación de rectificar y de emprender una nueva senda, completamente opuesta a la que había caminado. O, al menos, eso dijo que estaba decidido a hacer.
No asumió que hasta ahora se había confundido, que sería magnífico que lo hiciera porque pedir perdón es una actividad sanísima y enriquecedora que el aficionado le agradecería, pero la novedosa dirección que aborda en su gestión convierten en una obviedad que el pasado ha sido calamitoso. Agapito quiso hacer lo que era imposible hacer y, a lo peor, lo intentó de un modo equivocado y presuntuoso. Lógicamente, no lo consiguió sino todo lo contrario. Ahora asegura que simplemente aspira a que el Real Zaragoza sea lo que puede ser, que por su mala gestión no será gran cosa, salvo que todo salga de cara, redondo y al mismo tiempo.
El soriano es un mal inevitable para el Zaragoza. Es el dueño y dice que lo seguirá siendo. Es decir, es algo con lo que el aficionado está obligado a convivir por obra y gracia de las Sociedades Anónimas Deportivas. Ya que parece que no hay más remedio de que continúe al mando, por el bien del club, que existía antes de él y seguirá existiendo después, siempre será mejor que lo haga con los pies en la Tierra, sabiendo que si gana 100 no hay que gastar 200, sino 100 o incluso menos.
De eso se ha dado cuenta ahora Agapito, cuatro años después de su aterrizaje forzoso y con su credibilidad completamente deteriorada por su atrevimiento incontrolado y tanto desacierto. Su palabra, la que el domingo le dio a las peñas y la que ayer entregó a los accionistas minoritarios, está bajo la sombra de su propia sospecha. El, y no otro, fue el que dijo que el Real Zaragoza ganaría la Liga y bajó a Segunda; él, y no otro, fue el que afirmó que jamás vendería a los mejores jugadores para maquillar las cuentas y los ha vendido a todos; él, y no otro, fue el que dijo que profesionalizaría y modernizaría el club y no lo ha hecho; él, y no otro, fue el que aseguró que reduciría la deuda y la ha disparado. Su palabra está en cuarentena. A Agapito ya no le juzgarán sus discursos porque carecen de crédito. Lo juzgarán sus hechos. Ayer sus palabras parecieron realistas. Dijo que las cumpliría. Otra cosa es lo que después acabe haciendo...

El nuevo discurso de Agapito y los hechos pendientes ( El Periódico de Aragón - 26/05/2010 )

No hay comentarios:

Publicar un comentario