El presidente rompe su silencio Por fin habló Agapito Iglesias, presidente y accionista mayoritario del Real Zaragoza. Lo hizo ayer, ante los presidentes de la peñas, un foro en el que se siente cómodo.
Quince días después de haberse logrado la permanencia en Primera División, apareció el presidente y accionista mayoritario del Real Zaragoza: Agapito Iglesias. Era una comparecencia esperada. Lo hizo donde él quiso y como él quiso, en un escenario reducido, entre los presidentes de las peñas zaragocistas. Algunos de los peñistas críticos con la actual gestión tuvieron ciertos problemas para acceder al foro de encuentro. Pero, finalmente, pasaron al punto exacto desde el que oír el discurso esperado. En esa distancia corta, Agapito se siente cómodo. Durante su alocución expuso algunas de las líneas maestras por las que se supone que discurrirá el club en adelante. Los ejecutivos principales seguirán en sus cargos, el club -según aseguró- no irá ni se verá en ley concursal y la cantera será una apuesta deportiva inmediata.
Como cabía esperar, en ese foro Agapito no abrió ninguna línea de revisión. De autocrítica, menos todavía. Hasta aquí no lo ha hecho en ningún momento y ahora tampoco entra dentro de sus planes. "No he dejado de cumplir mis promesas -dijo en la mañana de ayer-. Otra cosa es la obligación deportiva de jugar en Segunda. Pero a todo a lo que me he comprometido lo he cumplido". En este sentido, Agapito sigue siendo quien era: genio y figura. Por paradójico que pueda resultar, cree sinceramente en lo que afirma. En ninguna otra faceta resulta más fiel a sí mismo. Quienes han pretendido de verdad cambios o han formulado postulados de revisión para el club siempre han sido expulsados del 'agapitismo', que se está convirtiendo en un movimiento de bandos: de estás conmigo o contra mí, en una reducción mayúscula.
El mando de Agapito al frente del Real Zaragoza resulta a estas alturas una permanente huida hacia adelante, hasta que el cuerpo aguante. El tiempo, sin duda, dirá hasta dónde llega. Se presume que hoy o mañana tomará algunas decisiones de cierta relevancia para el futuro a corto plazo de la entidad. Una de ellas puede hacer referencia a la continuidad, o no, de José Aurelio Gay al frente del equipo. Es posible que pasado mañana, miércoles, día en que se cumplen cuatro años de su sorprendente llegada al Real Zaragoza, comparezca de nuevo y profundice en muchas de las cuestiones que quedan por resolver. Por el contrario, acaso ocurra que se dé a sí mismo un día de gloria. Sabido es que en el 'agapitismo' cualquier cosa es posible. Ya veremos. En todo caso, parece ser que a Agapito Iglesias y a su guardia pretoriana una empresa especializada les ha redactado un plan de viabilidad para el club, según exigen el sentido común, la realidad societaria y económica de la sociedad anónima deportiva Real Zaragoza y los principales acreedores.
Los contratiempos más notables para este plan de trabajo marcado para el club son dos. Uno, ya se ha producido: la sentencia judicial que da la razón a Marcelino García Toral en sus pretensiones de cobro. El segundo se puede dar durante este verano: la sentencia definitiva al llamado 'caso Matuzalem'. Si se confirma la sentencia del TAS, las tensiones de tesorería serán máximas. Ambos litigios pueden suponer obligaciones de pago, por ejecución de sentencia, de alrededor de 20 millones de euros. Agapito tendrá que librar, además, los riesgos de denuncia ante la AFE a lo largo de este verano, por razón de la importante cantidad de pagarés librados a favor de los jugadores a los que todavía debe hacer frente. Al mismo tiempo, la dimisión de Gerhard Poschner, con el que Agapito tiene asuntos pendientes, rara vez quedará en una marcha sin ningún tipo de secuela.
Si estas complejidades son superadas satisfactoriamente, harina de otro costal será la gestión de Agapito y sus ejecutivos. Ya equivocaron por completo su primer plan de viabilidad para el club. Creyeron que en tres temporadas iban a acabar con el tradicional desequilibrio que sufren las cuentas de explotación, y este problema no sólo no se ha resuelto, sino que se ha incrementado. La deuda de la entidad supera los cien millones de euros. En cuatro años de gestión, el 'agapitismo' ha consumido de todo: ingentes recursos económicos, proyectos deportivos, entrenadores de unos gustos y otros, directores generales, consejeros, un presidente ejecutivo, una infinidad de jugadores y casi todo el valor de las acciones de la sociedad anónima deportiva. A su lado, se ha mostrado difícil la estabilidad. La creación de una solución de continuidad seria ha sido un imposible. Quizá ya fuera premonitoria la primera crisis del 'agapitismo', que se produjo incluso antes de empezar: la liquidación de Emilio Garcés.
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