PACO GIMÉNEZ. .
Noche culminante en La Romareda. El Real Zaragoza, que tras el triunfo del sábado en La Coruña ya casi toca con las yemas de los dedos la salvación de la categoría por la que viene luchando a muerte desde enero, se enfrenta al Espanyol a las 20.00 con la opción de acercarse a solo un milímetro del objetivo. Ganar a los catalanes esta noche no dará aún matemáticamente la permanencia entre los mejores para el año que viene, pero la dejará encarada y presentada para rubricarla el sábado en Jerez de la Frontera.
Se trata, pues, de tres puntos con olor a éxito final, aunque la consumación del objetivo no pueda ser celebrabrada hoy de ninguna manera por una cuestión puramente formal. Visto así, el razonamiento es suficiente para calificar el duelo ante los periquitos como muy trascendente. La Romareda va a acoger, en la antepenúltima jornada del campeonato, 90 minutos que pueden ser el eje del resumen final de esta tortuosa temporada zaragocista. Hoy ha de ser ese partido que se recuerde para siempre como el de la tranquilidad, el de la virtual consumación de la remontada por la vida que el Zaragoza ha venido dirimiendo desde que en diciembre se despeñó a los puestos de descenso a Segunda. Un encuentro de capital importancia para el futuro de la entidad.
En la propia envergadura del choque radican sus riesgos. El Espanyol, que con 41 puntos (a 6 de la zona de castigo) todavía no puede vivir tranquilo, no va a venir de turismo al estadio municipal. Digamos que, con muchos menos agobios que el Zaragoza, ellos también necesitan puntuar para cuadrar sus cuentas con la Liga. Y, por todo ello, se prevé un enfrentamiento tenso, peleado, sin concesiones, sin relajos por parte de nadie. Un terreno de pugnas en el que, si el Zaragoza fallase por culpa del exceso de responsabilidad o porque hoy le toca cruz en el reparto de fortuna, las complicaciones volverían a ser mayúsculas de cara a las dos últimos partidos. La relevancia del envite, la profundidad de sus consecuencias -positivas o negativas-, obliga a los hombres de Gay a hilar fino en su fútbol, a desarrollar un juego pensado, sin precipitaciones, sin alboroto, con orden mental y templanza.
Es una final metida a martillazos entre semana en un calendario que algunos dirigentes parieron el pasado mes de julio con muchas dosis de inconsciencia en el cuerpo. Los equipos, entre ellos el Zaragoza, llegan sin combustible a la hora de la verdad. Llenos de bajas, de sobrecargas musculares, de jugadores mustios por exceso de minutos y sin tiempo para oxigenarse. Gay quiere aprovechar para dosificar varias de sus piezas, sabedor de que, aun en el mejor de los escenarios posibles que es el triunfo de esta noche, el sábado tendrá que ir a Jerez a culminar el reto de la salvación. La Liga, esta nueva pesadilla que está viviendo el zaragocismo desde agosto, va a seguir viva hasta prácticamente el último día para el vestuario blanquillo y eso exige mimos, inteligencia y estrategia por parte del jefe de la caseta, su entrenador.
La idea del técnico es que Contini, Eliseu y Arizmendi vuelvan al once inicial, del que se cae seguro el sancionado Jarosik. Lafita, reaparecido en Riazor pero con su rodilla resentida, apunta a ser de nuevo suplente. Y para dejar libre la tercera vacante está destinado Ander Herrera, cuya mala racha de juego aconseja un descanso de todo tipo en medio de esta vorágine de partidos. Solo que el simple hecho de mentar la figura del canterano, como es hábito desde su aparición hace un año, genera efectos secundarios en los alrededores.
Noche culminante en La Romareda. El Real Zaragoza, que tras el triunfo del sábado en La Coruña ya casi toca con las yemas de los dedos la salvación de la categoría por la que viene luchando a muerte desde enero, se enfrenta al Espanyol a las 20.00 con la opción de acercarse a solo un milímetro del objetivo. Ganar a los catalanes esta noche no dará aún matemáticamente la permanencia entre los mejores para el año que viene, pero la dejará encarada y presentada para rubricarla el sábado en Jerez de la Frontera.
Se trata, pues, de tres puntos con olor a éxito final, aunque la consumación del objetivo no pueda ser celebrabrada hoy de ninguna manera por una cuestión puramente formal. Visto así, el razonamiento es suficiente para calificar el duelo ante los periquitos como muy trascendente. La Romareda va a acoger, en la antepenúltima jornada del campeonato, 90 minutos que pueden ser el eje del resumen final de esta tortuosa temporada zaragocista. Hoy ha de ser ese partido que se recuerde para siempre como el de la tranquilidad, el de la virtual consumación de la remontada por la vida que el Zaragoza ha venido dirimiendo desde que en diciembre se despeñó a los puestos de descenso a Segunda. Un encuentro de capital importancia para el futuro de la entidad.
En la propia envergadura del choque radican sus riesgos. El Espanyol, que con 41 puntos (a 6 de la zona de castigo) todavía no puede vivir tranquilo, no va a venir de turismo al estadio municipal. Digamos que, con muchos menos agobios que el Zaragoza, ellos también necesitan puntuar para cuadrar sus cuentas con la Liga. Y, por todo ello, se prevé un enfrentamiento tenso, peleado, sin concesiones, sin relajos por parte de nadie. Un terreno de pugnas en el que, si el Zaragoza fallase por culpa del exceso de responsabilidad o porque hoy le toca cruz en el reparto de fortuna, las complicaciones volverían a ser mayúsculas de cara a las dos últimos partidos. La relevancia del envite, la profundidad de sus consecuencias -positivas o negativas-, obliga a los hombres de Gay a hilar fino en su fútbol, a desarrollar un juego pensado, sin precipitaciones, sin alboroto, con orden mental y templanza.
Es una final metida a martillazos entre semana en un calendario que algunos dirigentes parieron el pasado mes de julio con muchas dosis de inconsciencia en el cuerpo. Los equipos, entre ellos el Zaragoza, llegan sin combustible a la hora de la verdad. Llenos de bajas, de sobrecargas musculares, de jugadores mustios por exceso de minutos y sin tiempo para oxigenarse. Gay quiere aprovechar para dosificar varias de sus piezas, sabedor de que, aun en el mejor de los escenarios posibles que es el triunfo de esta noche, el sábado tendrá que ir a Jerez a culminar el reto de la salvación. La Liga, esta nueva pesadilla que está viviendo el zaragocismo desde agosto, va a seguir viva hasta prácticamente el último día para el vestuario blanquillo y eso exige mimos, inteligencia y estrategia por parte del jefe de la caseta, su entrenador.
La idea del técnico es que Contini, Eliseu y Arizmendi vuelvan al once inicial, del que se cae seguro el sancionado Jarosik. Lafita, reaparecido en Riazor pero con su rodilla resentida, apunta a ser de nuevo suplente. Y para dejar libre la tercera vacante está destinado Ander Herrera, cuya mala racha de juego aconseja un descanso de todo tipo en medio de esta vorágine de partidos. Solo que el simple hecho de mentar la figura del canterano, como es hábito desde su aparición hace un año, genera efectos secundarios en los alrededores.
extraido de http://www.heraldo.es/
No hay comentarios:
Publicar un comentario