Agapito pasa el trago
La afición se centró en animar al equipo y se olvidó del nuevo presidente, que rodeado en el palco por sus ayudantes vivió el partido con intensidad y sin apenas reproches de la grada.
Flanqueado por Poschner, su inseparable mano derecha, y Lendoiro, presidente deportivista, Agapito vivió su estreno presidencial con nervios, mostrados en varios aplausos de ánimo que dio, y entre confidencias con el director general. La afición solo le silbó cuando se anunció antes del partido el adiós de Bandrés y el nuevo cargo del dueño del club, pero no se acordó de la insoportable crisis institucional del club. Quiso dar su aliento al equipo, a un enfermo muy necesitado de ese apoyo, y no convirtió el choque en una manifestación contra los dirigentes zaragocistas, lo que sí había sucedido en el anterior partido en casa, ante el Athletic, donde la grada tomó parte de forma mayoritaria por Marcelino, después destituido.
Esta vez no hubo fractura social y, tal y como pidió Agapito, no se jugaron más partidos que el del césped. La afición puso su zaragocismo por encima de todos los males que tiene la entidad, que son muchísimos, y solo decayó y se desesperó al final, por la propia impotencia del equipo. Así, Agapito, que intentó frenar la revuelta con el golpe de efecto de Nayim, la despedida de Bandrés y de todo el consejo y la reunión con las peñas, pasó el trago mejor de lo que esperaba y en un palco más vacío que de costumbre.
A su lado estuvo Poschner, un poco más atrás Porquera, Herrera y Prieto, otros intocables, también el doctor Villanueva se ubicó cerca. De ninguno es el lugar habitual, ya que suelen estar más apartados en el palco, al menos hasta ahora, pero es que existían asientos que cubrir tras la dimisión del consejo. Junto a Agapito y a Poschner estuvo Óscar Fle, presidente de la Federación Aragonesa. De la representación de las instituciones aragonesas tampoco se supo. Un dato también revelador. Agapito, junto a sus ayudantes, está solo, en otro asiento del palco y en el punto de mira, aunque la afición esta vez no le hizo pasar otra mala tarde.
La afición se centró en animar al equipo y se olvidó del nuevo presidente, que rodeado en el palco por sus ayudantes vivió el partido con intensidad y sin apenas reproches de la grada.
Flanqueado por Poschner, su inseparable mano derecha, y Lendoiro, presidente deportivista, Agapito vivió su estreno presidencial con nervios, mostrados en varios aplausos de ánimo que dio, y entre confidencias con el director general. La afición solo le silbó cuando se anunció antes del partido el adiós de Bandrés y el nuevo cargo del dueño del club, pero no se acordó de la insoportable crisis institucional del club. Quiso dar su aliento al equipo, a un enfermo muy necesitado de ese apoyo, y no convirtió el choque en una manifestación contra los dirigentes zaragocistas, lo que sí había sucedido en el anterior partido en casa, ante el Athletic, donde la grada tomó parte de forma mayoritaria por Marcelino, después destituido.
Esta vez no hubo fractura social y, tal y como pidió Agapito, no se jugaron más partidos que el del césped. La afición puso su zaragocismo por encima de todos los males que tiene la entidad, que son muchísimos, y solo decayó y se desesperó al final, por la propia impotencia del equipo. Así, Agapito, que intentó frenar la revuelta con el golpe de efecto de Nayim, la despedida de Bandrés y de todo el consejo y la reunión con las peñas, pasó el trago mejor de lo que esperaba y en un palco más vacío que de costumbre.
A su lado estuvo Poschner, un poco más atrás Porquera, Herrera y Prieto, otros intocables, también el doctor Villanueva se ubicó cerca. De ninguno es el lugar habitual, ya que suelen estar más apartados en el palco, al menos hasta ahora, pero es que existían asientos que cubrir tras la dimisión del consejo. Junto a Agapito y a Poschner estuvo Óscar Fle, presidente de la Federación Aragonesa. De la representación de las instituciones aragonesas tampoco se supo. Un dato también revelador. Agapito, junto a sus ayudantes, está solo, en otro asiento del palco y en el punto de mira, aunque la afición esta vez no le hizo pasar otra mala tarde.
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