Un modelo agotado y ruin
21/01/2010 ALFONSO HERNÁNDEZ
El fútbol, desde que se hizo absolutamente profesional, juega en el estadio de la ruina. Salvo honrosas excepciones, los clubs entraron en una espiral diabólica de desigual competencia acrecentada antes y después de la llegada de las sociedades anónimas deportivas y no saben cómo salir de ellas si no es con la aportación de capital público. La teoría es que los presidentes y propietarios expongan su patrimonio, pero la realidad es bien distinta y apunta a la ciudadanía, sea o no devota de los equipos, como víctima de los dispendios de las gestiones de empresarios que utilizan por lo general ese puesto de privilegio como trampolín de sus negocios o ambiciones políticas.
La fórmula de inyectar dinero a través de aportaciones institucionales y de los diferentes órganos que gobierna por medio de acuerdos o avales desorbitados para vivir por encima de las posibilidades se está agotando física y moralmente. El Real Zaragoza es el caso más cercano por próximo pero no el único de la utilización de la doble moral para enriquecer a unos profesionales que generan muchas más deudas que beneficios: se chantajea a la sociedad con el significado sentimental del club para la ciudad o el territorio y se justifica la defensa a ultranza de esos valores históricos que, en realidad, están ahora mismo en manos de especuladores o irresponsables.
21/01/2010 ALFONSO HERNÁNDEZ
El fútbol, desde que se hizo absolutamente profesional, juega en el estadio de la ruina. Salvo honrosas excepciones, los clubs entraron en una espiral diabólica de desigual competencia acrecentada antes y después de la llegada de las sociedades anónimas deportivas y no saben cómo salir de ellas si no es con la aportación de capital público. La teoría es que los presidentes y propietarios expongan su patrimonio, pero la realidad es bien distinta y apunta a la ciudadanía, sea o no devota de los equipos, como víctima de los dispendios de las gestiones de empresarios que utilizan por lo general ese puesto de privilegio como trampolín de sus negocios o ambiciones políticas.
La fórmula de inyectar dinero a través de aportaciones institucionales y de los diferentes órganos que gobierna por medio de acuerdos o avales desorbitados para vivir por encima de las posibilidades se está agotando física y moralmente. El Real Zaragoza es el caso más cercano por próximo pero no el único de la utilización de la doble moral para enriquecer a unos profesionales que generan muchas más deudas que beneficios: se chantajea a la sociedad con el significado sentimental del club para la ciudad o el territorio y se justifica la defensa a ultranza de esos valores históricos que, en realidad, están ahora mismo en manos de especuladores o irresponsables.
El fútbol de élite mantiene un pulso insostenible con la realidad econónica que requiere un cambio inmediato de modelo y de responsabilidades ante la Justicia Ordinaria de quienes son los auténticos causantes de la quiebra progresiva e imparable. El aficionado y el hincha son utlizados vilmente y el Ejecutivo autoriza esa ignominiosa tendencia porque estamos frente a una de las clientelas con más fuerza en las urnas. Así, todos los equipos se alimentan de la ubre permisiva y selectiva de sus políticos y de préstamos de entidades privadas, éstos más complicados de esquivar cuando se reclaman las facturas.
Como todo el mundo lo hace, nosotros también, y a ver quién es el valiente que baja la persiana de un club. En este sentido habría que regular una competición saneada aunque ello signifique la supuesta rebaja de la calidad del torneo. El fútbol como producto de lujo es insostenible bajo este patrón como se demuestra que los profesionales o no cobran o lo hacen tarde y con pagarés que puede ser papel mojado, y requiere un reajuste que debe ser pilotado desde el Gobierno central patalee quien patalee sobre el tablao de sus competencias. Se ha convertido en un asunto de Estado porque si no interviene serán los pobres o menos pudientes quienes desaparezcan en su ánimo de equipararse a los ricos de influencias.
La Liga de las estrellas es una farsa patrocinada por la lujuria política y por intereses de particulares que no encuentran freno a sus ambiciones personales sin una legislación que les paren los pies. Si nadie ejerce un control firme sobre esta anarquía ruin y arruinada, el fútbol seguirá siendo un espectáculo decadente y mantenido por el bolsillo popular, no por la billetera del máximo accionista.
Un modelo agotado y ruin ( El Periódico de Aragón - 21/01/2010 )
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