En el precipicio
La derrota ante el Espanyol atornilla al Real Zaragoza en la penúltima posición de la tabla. La mejoría quedó de nuevo oculta detrás de los errores y la falta de gol.
Atascado en el infierno, con un punto cosechado en los tres últimos partidos -los que ha ocupado José Aurelio Gay el banquillo- y viendo abrirse la brecha con la salvación. El Real Zaragoza volvió a perder ayer (2-1), esta vez ante el Espanyol en Cornellá, con lo que agrava una situación que no sólo no ha mejorado, sino que ha empeorado seriamente desde la destitución de Marcelino García Toral al frente del cuadro aragonés.
El Real Zaragoza volvió a exponer ayer formas y modales; fue capaz de nivelar el duelo tras el regalo del primer gol y acorraló a un Espanyol muy blandito. Pero un nuevo obsequio en una jugada a la contra de los de Pochettino sirvió al cuadro local para llevarse una victoria que tenía sabor de necesidad. El cuadro catalán estira su ventaja con el descenso, esa pelea que de forma inmisericorde ha vuelto a colarse en la vida del conjunto aragonés.
Es verdad que el Zaragoza tuvo sus momentos, que mereció más. Pero también es cierto que los de Gay brindaron el triunfo a un rival que no tiene mucho mejor aspecto que el cuadro blanquillo; pero, a cambio, administra un buen puñado de puntos más. Que, al fin y al cabo, es lo que importa.
Arizmendi, a medias con el espanyolista Moisés Hurtado, hizo ver que se puede marcar. Pero eso no quiere decir que los de Gay tengan pegada. Agapito y sus discípulos entregan la responsabilidad al chileno Suazo, que hoy aterriza en Zaragoza. Si el gol fuera cuestión de encomiendas?
Porque cada partido pone de relieve que la ilusión, el empeño y la voluntad no pueden tapar las carencias de un equipo descompensado, desordenado, a veces desconcertado y obligado a aprender deprisa.
En la pelea en la que se encuentra el Real Zaragoza, cada error se paga. Y los regalos pesan. Con lo que le cuesta hacer un gol, el conjunto aragonés no puede permitirse el lujo de brindar un par. Y su demostración de ayer es la explicación más clara de la delicada situación en la que se encuentran los blanquillos.
La derrota fija al equipo en la penúltima posición, sólo por encima del debilísimo Xerez, un debutante en Primera que paga su inocencia en el estreno de la categoría. El cuadro andaluz visita el domingo el estadio de La Romareda. Hablar de un traspiés en la próxima jornada sonaría mucho más que a broma pesada...
El paso de las jornadas, además, debilita el temperamento del equipo, necesitado de un bálsamo en esta situación de crisis general: deportiva, económica, institucional... Que quienes manejan las riendas zaragocistas parecen incapaces de afrontar.
De momento, el encuentro de Cornellá ofreció el debut de Eliseu, que dejó destellos de juego y, sobre todo, le echó ganas, le puso ambición. En una semana, además, podrá tener mayor conocimiento de la dinámica del juego, de las aspiraciones del entrenador. Para entonces, en ese duelo a vida o muerte con el Xerez -singular paradoja de este Zaragoza-, el conjunto aragonés podrá disponer también del ariete Suazo.
Queda, a cambio, ese empeño de la afición por aportar oxígeno a un equipo necesitado de todo. También en Cornellá la formación blanquilla se sintió arropada por una parroquia más que fiel.
Xerez y Villarreal cierran la primera vuelta de un equipo enclenque en la clasificación (13 puntos en 17 jornadas de Liga), necesitado de una reacción y al que aún le suena dolorosísimo el eco del último descenso.
Cornellá volvió a ofrecer ayer más de lo mismo. Con escuetos atisbos de buen juego, con interés, con empeño, con ganas: la marca de vida que se ha empeñado en aportarle José Aurelio Gay, pero con poco más en el haber. En el debe, una generosidad asombrosa para un equipo que milita en la vanguardia del fútbol mundial.
Y así, el Zaragoza permanece penúltimo, sufriendo con el paso de las jornadas la brecha que se abre con la salvación. Es obligado ganar: en casa y fuera. De momento, ni en un sitio no en otro.
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