Agapito, en la encrucijada
El accionista mayoritario del club ha admitido en determinados foros su predisposición a vender su paquete accionarial; pero aún no ha encontrado al comprador que pueda darle el testigo al frente de la entidad.
Según se conquistó el objetivo del ascenso a Primera División el pasado mes de junio, Agapito Iglesias declaró a este periódico que no vendía el club. Su intención -dijo entonces- era reestructurar la entidad, para modernizarla y ponerla en mayor valor. Pocos meses después, se elaboraba un informe societario del club, escueto y de contenido esencial, con el fin de ofrecer la entidad deportiva en diferentes ámbitos empresariales. Unos fueron regionales y nacionales. Otros, internacionales, como la City de Londres. Allí, en inglés, hay quien ha leído dicho informe, que contaba, por otra parte, con el conocimiento de la denominada fontanería del Gobierno de Aragón, siempre a la sombra de los avatares de la entidad.
Esas gestiones en una de las principales plazas de negocios del mundo no se han traducido en nada concreto hasta ahora. Al menos no ha saltado ninguna información a la luz pública a este respecto. Hasta aquí, el Zaragoza ha pasado por la City con discreción, en un plano muy secundario.
Si algún movimiento accionarial se ha gestado allí en este tiempo ha afectado, fundamentalmente, a clubes ingleses, donde poco a poco va perdiendo peso el capital británico. Deja hueco a dólares estadounidenses, a fondos rusos y a aportaciones árabes. A pesar de algunos rumores, ninguno de esos capitales ha terminado por desembarcar en el Zaragoza.
A nivel doméstico, según distintas fuentes, la fontanería del Gobierno de Aragón también ha efectuado algún movimiento. Se ha tocado en los últimos meses a algunos empresarios aragoneses del sector de la construcción, con vínculos ya establecidos en el baloncesto, en el CAI Zaragoza. Sin embargo, tampoco se ha podido avanzar por esta línea. En primer lugar, porque la burbuja del sector inmobiliario, del ladrillo, ha explotado y ninguno se considera con pulmón financiero suficiente como para atender el endemoniado problema del Real Zaragoza. En segundo término, porque allí figura ahora un empresario con el que se guardan lealtad: Emilio Garcés, antiguo socio de Agapito Iglesias, primer compañero de viaje del empresario soriano en el Real Zaragoza, al que desbancó en una extraña operación, aprovechando la marcha de su entonces amigo a un viaje de caza a un país del otro lado del Atlántico. El propio Garcés aún tiene anotado este episodio en su fuero interno como cuenta pendiente.
Aragonés, taustano, zaragocista de corazón y pasión, propietario de Tecnyconta, Garcés ha mantenido diversas reuniones con Agapito Iglesias en los últimos meses. Ambos han intercambiado impresiones, cuyo contenido los dos guardan. En cualquier caso, a Garcés le frena el considerable volumen de deuda que ha acumulado el Real Zaragoza con la gestión de los últimos años. Los números rojos ascienden a más de un centenar de millones de euros. Todavía es mayor el dinero exigible si se atiende al pasivo de alguna sociedad en la que el propio Real Zaragoza es el accionista mayoritario. En este mismo sentido también se ha pronunciado Gustavo Poyet, otro de los personajes que ha mostrado su interés por entrar en el club. La deuda frena a Garcés y a Poyet, como levanta un muro a ojos de cualquiera.
Otro problema que dificulta la venta del club lo constituye, sin duda, el hecho de que uno de sus más importantes activos, el solar donde se ubican sus oficinas, se haya convertido en un bien litigioso. La sociedad Maza Ruba, propietaria de la residencia de ancianos contigua, tiene recurrido el acto administrativo por el que el Ayuntamiento de la capital aragonesa modificó los usos de la referida parcela. En tanto no se produzca una sentencia definitiva, la incertidumbre jurídica significa otro obstáculo considerable.
Agapito intentó en los últimos meses que llegaran recursos por medio de una ampliación de capital, destinada, sobre todo, a inversores institucionales. Pero ninguna empresa ha considerado conveniente acudir a la misma. Sin Consejo de Administración desde el mes de diciembre, en este presente mes de marzo nombrará nuevo Consejo.
El accionista mayoritario del club ha admitido en determinados foros su predisposición a vender su paquete accionarial; pero aún no ha encontrado al comprador que pueda darle el testigo al frente de la entidad.
Según se conquistó el objetivo del ascenso a Primera División el pasado mes de junio, Agapito Iglesias declaró a este periódico que no vendía el club. Su intención -dijo entonces- era reestructurar la entidad, para modernizarla y ponerla en mayor valor. Pocos meses después, se elaboraba un informe societario del club, escueto y de contenido esencial, con el fin de ofrecer la entidad deportiva en diferentes ámbitos empresariales. Unos fueron regionales y nacionales. Otros, internacionales, como la City de Londres. Allí, en inglés, hay quien ha leído dicho informe, que contaba, por otra parte, con el conocimiento de la denominada fontanería del Gobierno de Aragón, siempre a la sombra de los avatares de la entidad.
Esas gestiones en una de las principales plazas de negocios del mundo no se han traducido en nada concreto hasta ahora. Al menos no ha saltado ninguna información a la luz pública a este respecto. Hasta aquí, el Zaragoza ha pasado por la City con discreción, en un plano muy secundario.
Si algún movimiento accionarial se ha gestado allí en este tiempo ha afectado, fundamentalmente, a clubes ingleses, donde poco a poco va perdiendo peso el capital británico. Deja hueco a dólares estadounidenses, a fondos rusos y a aportaciones árabes. A pesar de algunos rumores, ninguno de esos capitales ha terminado por desembarcar en el Zaragoza.
A nivel doméstico, según distintas fuentes, la fontanería del Gobierno de Aragón también ha efectuado algún movimiento. Se ha tocado en los últimos meses a algunos empresarios aragoneses del sector de la construcción, con vínculos ya establecidos en el baloncesto, en el CAI Zaragoza. Sin embargo, tampoco se ha podido avanzar por esta línea. En primer lugar, porque la burbuja del sector inmobiliario, del ladrillo, ha explotado y ninguno se considera con pulmón financiero suficiente como para atender el endemoniado problema del Real Zaragoza. En segundo término, porque allí figura ahora un empresario con el que se guardan lealtad: Emilio Garcés, antiguo socio de Agapito Iglesias, primer compañero de viaje del empresario soriano en el Real Zaragoza, al que desbancó en una extraña operación, aprovechando la marcha de su entonces amigo a un viaje de caza a un país del otro lado del Atlántico. El propio Garcés aún tiene anotado este episodio en su fuero interno como cuenta pendiente.
Aragonés, taustano, zaragocista de corazón y pasión, propietario de Tecnyconta, Garcés ha mantenido diversas reuniones con Agapito Iglesias en los últimos meses. Ambos han intercambiado impresiones, cuyo contenido los dos guardan. En cualquier caso, a Garcés le frena el considerable volumen de deuda que ha acumulado el Real Zaragoza con la gestión de los últimos años. Los números rojos ascienden a más de un centenar de millones de euros. Todavía es mayor el dinero exigible si se atiende al pasivo de alguna sociedad en la que el propio Real Zaragoza es el accionista mayoritario. En este mismo sentido también se ha pronunciado Gustavo Poyet, otro de los personajes que ha mostrado su interés por entrar en el club. La deuda frena a Garcés y a Poyet, como levanta un muro a ojos de cualquiera.
Otro problema que dificulta la venta del club lo constituye, sin duda, el hecho de que uno de sus más importantes activos, el solar donde se ubican sus oficinas, se haya convertido en un bien litigioso. La sociedad Maza Ruba, propietaria de la residencia de ancianos contigua, tiene recurrido el acto administrativo por el que el Ayuntamiento de la capital aragonesa modificó los usos de la referida parcela. En tanto no se produzca una sentencia definitiva, la incertidumbre jurídica significa otro obstáculo considerable.
Agapito intentó en los últimos meses que llegaran recursos por medio de una ampliación de capital, destinada, sobre todo, a inversores institucionales. Pero ninguna empresa ha considerado conveniente acudir a la misma. Sin Consejo de Administración desde el mes de diciembre, en este presente mes de marzo nombrará nuevo Consejo.
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