El Real Zaragoza firma un empate que sabe a poco ante el calendario que le aguarda. La distancia con el descenso vuelve a menguar.
J. F. LOSILLA EIXARCH. Zaragoza
Un punto a domicilio siempre es un suculento alimento para cualquier equipo acuciado por los agobios del descenso. Mucho más para ese viajero despistado y poco fiable que era el Real Zaragoza hasta hace poco más de un mes. Sin embargo, tras presenciar el duelo en Santander ante un rival con estridentes limitaciones, el botín capturado se antoja escuálido. Una victoria hubiera inyectado tranquilidad ante el presente y, sobre todo, ante el inquietante futuro que aguarda en las inminentes jornadas.
Los más optimistas analizarán el empate como una esperanzadora escala más en el viaje hacia la salvación. Se acumulan ya cuatro encuentros consecutivos sin conocer la derrota lejos de La Romareda. No es una cuestión baladí en un equipo que arrastraba como una maldición un paupérrimo expediente como visitante. La resurrección que nació en Tenerife, se sostuvo en Valladolid y se disparó en Getafe, escribió ayer una página más. Una regularidad en la que ha contribuido decisivamente la mejoría experimentada en la línea defensiva. La fragilidad de antaño se ha transformado en una alambrada para el enemigo. Bajo el expeditivo mando de Matteo Contini, una bendición, el Zaragoza está cada vez menos expuesto. Cabe recordar la desconexión del Atlético hace una semana y la carestía de ocasiones claras del Racing de ayer. Roberto Jiménez se ha erigido en otro puntal para sostener un edificio que amenazaba ruina. En El Sardinero no precisó intervenciones milagrosas pero dejó la impronta de portero solvente y comedido, enemigo de frivolidades. Blindados atrás, el paisaje se muestra despejado en preocupaciones.
Sin embargo, también cabe la lectura negativa del duelo en tierras cántabras. El conjunto aragonés había arrancado la jornada con cinco puntos de ventaja sobre el Tenerife, el equipo que dictaminaba el descenso. Ese margen se ha reducido a tres (más el 'goal average'). Una inquietante rebaja en la distancia con el pozo de la clasificación.
Este hecho multiplica su peso al contemplar el calendario que aguarda. Como reconoció el propio José Aurelio Gay en rueda de prensa, el Zaragoza encara su "particular Tourmalet". Un tiovivo frenético con Barcelona y Valencia en La Romareda, con una visita al efervescente Almería de Juanma Lillo en medio.
Engordar los registros goleadores (sólo se han marcado cinco goles en los últimos cinco choques) y lograr un mayor protagonismo del centro del campo son tareas pendientes y no resueltas en Santander.
Extraído de http://www.heraldo.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario